La idea de nación —aquello de un conjunto de personas ligadas entre sí por varios factores comunes, incluyendo el del territorio— estaba asociada a un concepto todavía mucho más fuerte, el de raza. Cada raza tenía una característica propia, esto es, así como un perro Doberman se diferencia de un Bulldog, así mismo un alemán era considerado diferente de un francés por tales y cuales características. Si a estas «diferencias raciales» le sumamos las diferencias de credo religioso en una coyuntura de «territorio ocupado» y/o «gobierno impuesto», no es difícil de entender la belicosidad reinante en el Imperio austrohúngaro en 1914.
Con el asesinato de Francisco Fernando —y en circunstancias que rozan lo increíble, salvarse de una granada, pero entrar en una calle (por error) justo en donde estaba su homicida— la mecha estaba encendida para el estallido contra los serbios. Los líderes austrohúngaros promovieron un ataque contra estos, sobre todo en lo que hoy se conocen como Bosnia, Eslovenia y Croacia. Austria-Hungría contaba con el apoyo de Alemania, y no podía ser de otra manera, puesto que desde 1879 mantenían una doble alianza. Alianza que de no ser por la cuestión de los Balcanes, podría haber sido entre Rusia y Alemania.
Ya en ese entonces existía una «preocupación» por el juicio de las masas (como hoy, los gobiernos debían contar con la aprobación del pueblo), por lo que si el imperio austrohúngaro quería solucionar el problema serbio debía atenerse a ciertos formalismos, es decir, debía encontrar algún artilugio pseudolegal para poder llevar a cabo alguna acción militar. Es así que confecciona un ultimátum con exigencias que atentaban tanto a los principios de derecho internacional como a la constitución misma del Reino de Serbia, para que el mismo no se pueda cumplir, se rechace y entonces quede allanado el camino para una confrontación.
Austria-Hungría le declara la guerra a Serbia el 28 de julio, y Rusia, sin consulta alguna con Francia, ordena una movilización parcial contra el imperio austrohúngaro el 29, y el día 30 una movilización general contra Alemania. Guillermo II le pidió a Rusia que detenga estas movilizaciones y le pide a Francia que no apoye a Rusia si esta iba en defensa de Serbia, pero no tuvo respuesta favorable, por lo que Alemania le declaró la guerra a Rusia el 01 de Agosto. Desde ese momento, para el ejército alemán la cuestión giraba entre Rusia y Francia, cubrir sus dos frentes.
Pese a no tener ninguna relación directa con los países que iniciaron el conflicto, cuando Alemania, luego de invadir Luxemburgo el 2 de agosto, le declara la guerra a Bélgica el 4 de agosto porque esta le negó el paso de sus tropas hacia a Francia, los británicos tuvieron que entrar. Pero, en una guerra, como en cualquier competencia por equipos, la suma de componentes no es como en la aritmética en donde uno más uno da dos y listo. Es decir, tener un enemigo y/o un ejército común no significa contar con una estrategia per se, al menos, eso pareciera.
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