En lo que tocaba al espacio marítimo, la guerra tenía como protagonistas a la Gran Flota británica y a la Flota de Alta Mar alemana, y como escenarios principales el Mar del Norte y el Canal de la Mancha. Ninguno de los bandos optó por buscar decididamente un combate abierto, sino que primero Gran Bretaña, y luego el Imperio Alemán, optaron por el intento de bloquear las vías de suministros del adversario. Esta postura inicial encontró a los alemanes inesperadamente mejor equipados, puesto que contaban con lo que sería el martirio de la Royal Navy, los submarinos U-Boot del programa U3.
El Almirante John Jellicoe, oriundo de Southampton, Comandante en jefe de la Gran Flota británica, tuvo en claro que con sus buques no podría adelantar nada enfrentando a las minas y a los torpedos alemanes, por lo que ordenó el cese de los patrullajes y mantuvo a su flota fuera del alcance de los submarinos. El bloqueo se había decidido desde el Comité de Defensa y apoyado por Inteligencia Naval, de manera que Jellicoe tenía como misión mantener cerrado el paso para los alemanes por el mar del norte, antes que entrar en combate innecesariamente cuando el desenlace no estaba asegurado.
El resultado del bloqueo por parte de los aliados no tardó demasiado en dar frutos. El hambre comenzó a hacerse presente tanto en el Imperio alemán como en Austria-Hungría, quedando en evidencia que «los daños colaterales», es decir, cualquier sufrimiento al que puedan ser sometidos los civiles son simplemente eso, parte de un costo en una planilla Excel que se toma en cuenta pero no desde un punto de vista ético, teológico o planos así. Lo contundente es que con la Royal Navy los aliados no necesitaron abrir fuego contra nadie para dejar sin alimentos a sus adversarios, solo estar presentes.
Ante el bloqueo, los alemanes tuvieron una reacción desafortunada, decidieron bombardear barcos mercantes a fin de que los británicos no recibieran provisiones. Esto trasgredía todos los códigos escritos y no escritos de guerra, y hasta algunos oficiales germanos se mostraron en desacuerdo, por lo que después de varios hundimientos y toneladas de mercancías perdidas, decidieron avisar a los barcos comerciales antes de abrir fuego contra ellos. Entre las bajas civiles causadas por los alemanes está el hundimiento del Lusitania, en el que fallecieron 1.198 pasajeros, incluyendo a 100 niños. El káiser comenzaba a ser visto como «el perro rabioso» de Europa.
Para 1916 británicos, franceses, alemanes y austrohúngaros padecían hambre y bajas tanto civiles como militares. Por su parte, las empresas privadas, sobre todo las industrias de armamento, cuando menos quintuplicaron sus ganancias, y el país que más dinero estaba haciendo era Estados Unidos, que hacía de banco de todas las partes. En este panorama, no resultaba un buen negocio parar la guerra cuando, justamente, la bolsa estaba a tope, los préstamos estaban asegurados y todavía quedaba mucho por ganar, pierda quien pierda en el campo de batalla. De ahí que no avanzó la propuesta de paz de diciembre de ese año.
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