Supongo que conocerás el formato de programa televisivo en el que los participantes compiten bailando, cantando, patinando, etc., pasando por rondas eliminatorias en las que un jurado determina quiénes avanzan y quiénes no. A la final llegan unos pocos, o sólo un par de participantes y ahí, la decisión final respecto de quién se queda con el trofeo no la toma el jurado, sino la «teleaudiencia» a través de su voto. Esta votación se realiza mediante el sistema de mensaje de texto que los votantes envían desde sus teléfonos móviles: un mensaje, un voto. Hasta aquí, Colón descubrió América, lo sé.
Ahora, ¿por qué no se implementa el mismo sistema para las elecciones presidenciales, por ejemplo? Si en lugar de tener que ir a una escuela, a un colegio, a una comisaría, para votar, cada ciudadano pudiera emitir su voto desde su teléfono móvil, se darían las siguientes consecuencias:
1. Todo el proceso se podría reducir a un par de horas.
2. No habría demoras en el «conteo» ni en el «recuento» de votos.
3. No habría fraude (aunque todo es posible, es casi imposible alterar millares o millones de votaciones electrónicas y que no se detecte).
4. Se eliminarían todos los costos de traslado.
5. Se eliminarían todos los costos administrativos (impresión de papeletas, tinta, refrigerios, vales de gasolina, confección de urnas, cortinas, y un larguísimo etcétera).
Votar desde el teléfono móvil con un mensaje de texto, o mediante conexión a internet (desde el móvil o una pc), no implica ningún descubrimiento. Es utilizar el mismo artefacto con el que se puede hacer una transferencia bancaria de 100 o de 100.000 dólares pero, en lugar de para mover dinero, para emitir el voto y, con ello, justamente, generar un ahorro no de 100 ni de 100 mil, sino de millones de dólares.
Si te preguntás por qué no se ha implementado esto en tal o cual país, el planteo está errado. Al igual que con el tema de las energías, el planteo siempre es ¿a quién o a quiénes perjudicaría la implementación de tal cosa? Por ejemplo, las papeletas de votación no se imprimen solas, sino que hay una imprenta detrás. Esa imprenta, ¿de quién es? ¿Del amigo, del sobrino del diputado tal? Y si costaron 200, pero se facturaron por 800, ¿cómo es que ese sobreprecio nunca se conoció, existiendo el Ministerio Anticorrupción y de Ultra Moral Financiera? No hay mucha ciencia.
Como se ve, los científicos y los avances tecnológicos andan por ahí, pero si la «masa» no pone lo suyo, la cosa no avanza. Es decir, estamos hablando de gente que, por decirte, para ir a votar gasta un dólar, pudiendo gastar sólo diez centavos de dólar, cuando mucho. Hablamos de millones y millones de estafados que ni siquiera imaginan de cuán enormemente están siendo estafados, gente a la que les dicen en los titulares que «las próximas votaciones costarán tanta cantidad de plata» y nada, sin reacción. Gente de 15, 30, 50 años, que dice haber leído, calculá vos, calculá.
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