Ficha del libro
Título: Pájaros de Ionit (y otros poemas de buen amor)
Autor: Gavrí Akhenazi
Editorial: Lulu Editores
ISBN: 978-1-365-85161-2
Páginas: 62
Pájaros de Ionit
por Silvio M. Rodriguez C.
Pájaros de Ionit: Resulta substancial para el emisor tomar una posición clara desde donde escribir más allá de la claridad. En el segundo poema afirma “Le pertenezco a la agonía” y así, fijando una distancia sin unidad de medida es que lo consigue. Y desde esa atalaya es que dispone y cruza los límites del símbolo y el significado, “Tu belleza es… / como una flor tranquila al borde de un camino/ que no lleva al agua. /es una manzana/ mordida por la boca de un patriota hambriento/”. Hay aquí un emisor siempre de ida, por no regresar del todo.
Cartillas de la luz: de lo triste al regocijo, o la difícil convergencia de ambas realidades para concretar una nueva. Dice el experimentado “Trataré de enseñarte que lo absurdo/ siempre encierra un motivo.”, como también “Junto a mí/ estás dormido como un frágil puñado/ de milagros perfectos.” Marcando el tono templado de un emisor que sabe no escapar de lo terrible, al igual que sabe cómo capturar el momento en donde le cede algo de terreno a la serenidad, a los afectos. Qué versos de cierre: “Quiero ser muy eterno en este instante. Trato de no pensar que afuera hay guerra.”
Concesión de permanencia: Con “«Ahora son mías tus medallas, abuelo»/ Lloro sangre”, cierra el primer poema y se abre, sin embargo, una visión desde algún espejo, un mirar desde una continuidad empática, almática, que asoma por asalto: “Me reconozco en tus preguntas. / Y trato de asumir este relevo de mi propia sangre/ como una concesión de permanencia.” Hay entonces un sabor a hogar, y a la extrañeza del que con una “patria personal/ tan cansada de que el sol no le ocurra.” se va acomodando a los nombres, a los gestos sencillos como profundos de sus más íntimos, asumiéndolos e interpretándolos.
Aguafuertes: Son posibles todavía más colores en la inabarcable paleta del autor, “flota tu luz encima de mi herida/ y es un tajo tu sexo/ que me sangra de sol aquí en la boca”, como pasando de las tonalidades azules a los tonos rojizos, que incluye el granate “Nunca supe por qué, en nosotros/ habitaba un suicidio,”. En esta última sección la pasionalidad adquiere otro carácter, se carnaliza en poemas en donde el emisor establece un contacto con el sujeto del poema volviendo al lector, inevitablemente, cómplice de un diálogo tácito, de historias que están veladamente narradas, aunque intensamente vislumbradas.
Los cuatro poemarios que conforman el libro resultan en un calidoscopio, porque cada uno puede ser disfrutado –y estudiado– por separado al igual que como un todo. Un todo raramente único, dado el tono que adquiere la voz de Akhenazi potenciándose en un registro muy pocas veces recorrido, menos todavía publicado. Este libro es un triunfo de la poesía misma –más allá de cualquier clasicismo– sobre la poética de manual, y también representa un triunfo del ideal sobre las adversidades de tanto belicismo. Un premio para los que seguimos al autor y para los que no, una inquietante manera de conocerlo.
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