1. ¿El querer convertirte en un escritor fue algo que se fue dando con el paso del tiempo como un proceso, o fue una revelación vocacional?
Digamos que es una tara de nacimiento. Desde que tengo memoria o mejor dicho, desde que aprendí a leer y escribir, antes de entrar en la escuela primaria, escribí. Y antes de aprender a leer y a escribir, le contaba mis sueños a mi abuela, de muy chiquito y ella se reía diciendo que no podía ser que soñara esas cosas y que le estaba “contando un cuento”. En algún lado, bromeando comenté alguna vez que cuando nací, en vez de llorar dije “voy a ser escritor”. El asunto es que no me quise convertir. Nací así. Es parte de mí, una parte natural, como un brazo, un ojo, un pie. Es mi diseño.
2. ¿Podrías afirmar que el escritor nace, se hace, o que hay una mezcla de ambas cosas?
Siguiendo el hilo de la pregunta anterior, creo que con el don se nace, pero que el don solo no alcanza, hay que trabajarlo, aprenderlo, ir descubriéndolo y revisándolo, como cuando en un oficio manual tenés la pieza cruda y tenés que ir dándole forma, puliéndola, quitándole las imperfecciones, tallando las minucias, limando, acuñando, eliminando las rebarbas, hasta que la dejás única. Ese es el secreto. Que tu voz, después de que la trabajaste hasta la extenuación, sea única, no del montón o en serie. Una pieza de colección, identificable por su sello de autenticidad.
3. ¿El proceso durante el cual has ido aprendiendo la técnica con la que escribes ha sido difícil, doloroso, o has sabido disfrutar del trabajo de aprender?
Fue largo. Imaginate que empecé a escribir sobre las flores de las macetas de mi abuela, antes de cumplir los cinco años. Fue muy largo y fue muy apasionante, porque en mis circunstancias originales, era difícil, pero al tenerlo naturalizado, como parte de mí y escribirlo todo, no dejé de ejercitarlo jamás y me las ingenié para ejercitarlo aún sin tener con qué escribir. Además, siempre fui un lector compulsivo y eso me llevó a explorar los estilos ajenos, el porqué de ciertas obras que me pegaban en el medio del alma y en el afán de encontrar esos porqué, estudiar los formatos, las estructuras, el manejo del hecho narrativo o del hecho poético. Descubrí por mí mismo y sin ayuda (porque en mi medio esas ayudas no existían) cómo estaba diseñado un soneto, por darte un ejemplo. Tomaba apuntes de todo lo que me daba curiosidad, de cómo un autor enganchaba una imagen, de cómo una situación práctica lleva a una reflexión filosófica. Después aprendí que lo poético es connotativo. Después, mucho después, le pude poner nombre “científico” a todo lo que yo había descubierto de manera empírica.
4. Conozco a varios instrumentistas que tocan bastante bien y que sin embargo no tienen talento para la música, que ni siquiera tienen oído músical. ¿Crees que se puede llegar a ser un buen escritor sin tener talento para ello, con sólo conocer las reglas, las técnicas y recomendaciones tradicionales?
Yo creo que no. Se puede llegar a ser un buen artesano, pero no un buen escritor. Se pueden manejar muy bien las herramientas y hacer un uso impecable de ellas, pero hay algo que no se puede lograr y es la chispa final, el toque único, el decimal que hace la diferencia. El talento es un valor agregado al conocimiento. Es como la diferencia entre una escala musical árabe y la convencional que todos usan. Todos esos semitonos y cuartos de tono, el uso sensible de todas esas comas pitagóricas que son invisibles, crean una distancia insalvable entre el técnico y el músico.
Que se puede escribir con mucho decoro conociendo todas las herramientas, desde ya que sí. El mundo está poblado de ejemplos al respecto. Y que se puede escribir sin talento, sin técnica y sin el mínimo buen gusto literario, también.
Ser escritor no es escribir. Va mucho más allá.
5. ¿Qué autor, o qué autores son los que en te han marcado en tus inicios como lector, esos que resultan inspiradores y que te llevan a emularlos?
Nombrar alguno sería ser arbitrario con los demás. Al ser un lector compulsivo, desde muy chiquito, leí todo lo que me pasó por las manos más allá de que lo entendiera o no. Los libros me ofrecían un mundo en el que poder vivir, ajeno a mi propia realidad y yo me mudaba a esos escenarios. Fue una forma de sobrevivir. Así que puedo agradecerle ese salvataje literario que hicieron de mi infancia, tanto a Salgari como a Dostoiewsky (toca reírse frente a la mención de semejantes polos), pero faltaría a la verdad si no hablara de Salgari. Creo que con él aprendí una forma rudimentaria de heroísmo que luego practiqué en toda la realidad de mi vida. Con La pobre gente, que fue el primero de los libros de Dostoiewsky que leí, conseguí por fin llorar, a solas, pero llorar de verdad, con lágrimas de verdad. Yo tenía 11 años y ese libro me dolió de una manera descomunal. Ese libro fue un antes y un después en mi visión de la realidad. Hubo otros autores que a esa edad, también me abrieron otros mundos. Hablo de los 11 años porque es cuando yo tomo conciencia de mí mismo, real conciencia de mí y de mi realidad y de que nadie en el mundo iba a venir a rescatarme, así que tuve que empecinarme en sobrevivir.
6. Hoy día, ¿tienes autores que te transmitan igual o similar emoción?
Autores no. Momentos en libros de algunos autores, sí. Soy de los que releen. Hago varias lecturas de los mismos libros en diferentes etapas de mi vida, porque cada edad tiene su folklore y lo que no entendiste o cuestionaste a los veinte, lo ves claro a los cuarenta y comprendés otro montón de cosas que se te escaparon en la primera o en la segunda lectura.
7. La pregunta de cajón: ¿qué libro y qué disco te llevarías a Fidjis?
A Fidjis me llevaría el libro que todavía no escribí para escribirlo en calma y el disco, el rígido más grande en teras que encuentre. Para música existe Spotify, juaaaaaaaasssssssss, donde tengo cargadas mis propias colecciones. En Fidji hay electricidad.
8. La pregunta de repente difícil: está el lector en la galería, enfrente todos tus libros, y te pregunta, ¿de entre todos, cuál? ¿Cuál le dirías que elija y por qué?
Esta es difícil, tenés razón, porque el gusto de autor no es el gusto de lector. Yo amo libros que no han tenido buena recepción en el público y otros con los que tengo una relación espantosa de amor odio y que batieron records de ventas. Libros que la crítica encontró espectaculares y a mí me ponen en cortocircuito y otros con los que me emociono solo de tanto sentimiento volcado y la crítica los encuentra de alta complejidad reflexiva (palabros si los hay). No hablo de los libros en español, que esos son exclusivamente para los amigos que hablan español y a pedido de ellos.
Así que no sé. Con los que están en español me pasa exactamente lo mismo. Muchas veces algún amigo me pregunta ¿por cuál empiezo? Al ser una saga eterna, se me hace difícil. Supongo que debería contestar: por el primero.
9. Me he cansado, sonrientemente, igual que todos los compañeros de Ultraversal, de verte afirmar aquí y allá que no eres poeta. Más allá de cualquier «antipoesía», a lo Parra, ¿qué te lleva a esa postura hacia un arte que dominas y del que cualquiera que te haya leído en verso puede tomarte como un referente actual?
No, no, mi postura no tiene nada que ver con la de Nicanor Parra sino con el concepto adherido al inconsciente colectivo de qué es un “poeta” y de qué es “la poesía”. Creo que todo es poesía, absolutamente todo. Todo tiene ese lado, incluso el horror. El horror es algo desmesuradamente poético, aún más que la belleza convencionalmente entendida (lo único poético según el inconsciente colectivo). Lo mío es la poesía del horror o sea, explicar el horror desde un punto de vista interno, emocional, pero fuera del tópico dramático y hacerlo en prosa. Me jode el término poeta por una propia limitación mía a poder apartarme de esa idea melosa que se le atribuye al concepto “poeta”. Hago prosa, a veces escribo en versos, ergo, siempre escribo. Soy escritor. Solamente soy escritor, no importa el formato en que me exprese en una o en otra ocasión. Como escritor tengo la capacidad de utilizar el recurso poético para transmitir algo preciso sin tener que explicarlo point to point. No preciso ser además “poeta”. Sería encasillarme.
10. ¿Cuál es el libro que más agobio te ha llevado escribir? ¿Por qué?
Todos los que dejé sin terminar porque la vida corrió sobre mí mucho más rápido que mis dedos sobre el teclado y cambió la situación y el escenario y fue necesario hacer catarsis de lo presente y no de lo que ya estaba en pretérito.
11. ¿Cuál es el que más disfrutaste de escribir?
Uno en español. Marejada. Lo escribí en una semana. Prácticamente se escribió solo por una anécdota servida en bandeja que ni yo mismo podía creer que me estuviera sucediendo. Me divertí tanto por la anécdota insólita, por lo increíble del asunto, por lo absurdo de la situación, que mientras duró y lo resolví, me sirvió para un librito alegre, para tomármelo con soda porque no podía salir de mi asombro ante lo inefable del suceso. Es un librito sencillo y para mí, hasta alegre. Casi pasatista.
El asunto es que, para mí, escribir es ahorrarme el psiquiatra, así que los libros me sirven para soltar demonios. Me alivian, como esos jarabes asquerosos que uno toma para la tos, que tienen un sabor horrendo pero que te ayudan a dejar de toser. Este del que te hablo, fue como si comiera una rica torta que alguien hubiera olvidado en una mesa por error.
12. ¿Cuál es el libro que crees es el más difícil de acceder y cuál el que mejor aceptación ha tenido entre tus lectores?
Siempre hablando de los de español, si no se sigue la saga, creo que hay muchos que son difíciles de entender, porque vienen derivados de otros anteriores. Por la forma arbitraria de escritura, se me criticó mucho Lejaim. Y con el que más problemas de entendimiento tuve, fue con Alegoritmos. Creo que a ese lo entendieron solamente mis camaradas. Justamente por lo simbólico, es un libro al que consigue acceder poquísima gente, como a Sistema Límbico, del que está la versión en español en Ultraversal. De los dos está la versión en español en Ultra.
Creo que lo que escribo en español, no tiene buena aceptación. La gente no tiene interés en ver las partes de la vida que nadie ve y menos todavía, amargarse leyendo las cosas sobre las que hablo. Como dije antes, son libros para mis amigos sin otra pretensión que ser eso. Compartir con los míos esas partes de mí.
12. Poco o nada le has dedicado a la ficción. Recuerdo con alegría casi infantil lo de «los gallos rojos». ¿Has pensado en escribir más sobre ficción? ¿No te atrae para nada esa alternativa?
Soy horrible inventando. Lo mío es exclusivamente testimonial. Incluso intentando disfrazar algunas cosas o mutarlas de época y de escenario, me han salido verdaderos engendros que no he podido terminar. Una novela que es el fiel ejemplo de esto que digo: “El viento que no cesa”. Quise contar lo difícil que resulta ser aceptado y poder pertenecer a un pueblo complicado como el mío, por las limitaciones que hay en ambos lados: el de la aceptación y el de la necesidad de aceptación. Y eso, extrapolado al mundo. Llegué hasta un punto con la novela y ahí está. Un poco como el reflejo de lo que hice yo: salir del núcleo paranoico e ir a defender ese mismo núcleo, pero en el exterior, de fronteras para afuera, lejos de la endogamia. De lejos dicen que se ve más claro ¿no?
13. En alguna ocasión mencionaste que te parecía estar escribiendo el mismo libro una y otra vez. Esta sensación, ¿te genera algún tipo de bloqueo, alguna suerte de agobio, o ningún tipo de impedimento cuando vuelves a comenzar una novela?
En realidad, no. La vida es lo que es y la cuento mientras me va pasando. Lo del mismo libro es porque hablo siempre de la misma vida, con todas las cosas que pasan en ella y que desgraciadamente, en una profesión como la mía, no varían demasiado. Siempre ves la peor cara del hombre y eso no cambia, no se modifica. Es siempre la misma historia en diferentes escenarios y con diferentes protagonistas o con otras modalidades, pero siempre ves las mismas caras de esa vida en la que vivís: el miedo y la esperanza.
14. A propósito de la pregunta anterior, ¿has pensado en publicar, a manera de reedición, dos o tres novelas juntas?
Yo lo pienso y de acuerdo a cómo se ordenen algún lector pensaría que una es la continuación de la otra.
Lo que está en español es una gran saga. Yo lo veo así. Se repiten los personajes, se imbrican las historias. Unas empiezan en un libro y tres libros después te encontrás con una consecuencia de lo que leíste tres libros antes. Todos los libros son continuación de alguno, como la vida.
15. Por tu carrera y los imperativos de la misma, es imposible que los personajes de tus novelas lleven nombres reales, ni siquiera algún tipo de precisión —exacta— geográfica. ¿Esto supone una carga emocional, o más bien un alivio?
La ventaja del Demonio es que nadie cree que exista.
16. ¿Ves irrealizable la pretensión, más que intensa, de los lectores que ver toda tu obra poética publicada?
Como no lo haga otro, que se tome el trabajo de compilar los poemas, ya sea Iosi o Morgana de Palacios o algún ultraversal que tome el riesgo, eso sí que sería mi primera historia fantástica y como yo no escribo ficción, no creo que suceda.
17. Como el escritor que fuiste desde temprano, y habiendo abrazado nada menos que el hebreo como lengua natural, ¿qué te significó ingresar al foro Ultraversal como administrador?
Dicho en lengua materna: Un puto quilombo. Primero, porque tuve que recuperar el español para escribir. Al principio escribía como hablaba y hablar no es lo mismo que escribir. Uno habla como le sale, como en la calle. Sencillamente habla. Cuando llegué, obligado como llegué, yo venía de otro mundo y adaptarme al registro virtual en español me tomó mi buen trabajo. Todos eran “cultos” y yo era, como ellos mismos me catalogaron “impresentable, soez y barriobajero” hasta tal punto de que varias veces pidieran mi expulsión. No encajaba. Yo estaba acostumbrado a otro tipo de batallas literarias en otros espacios no virtuales y encima en otros idiomas y me comportaba así, sin mordaza, que fue siempre lo que me caracterizó y me caracteriza en el ámbito literario en el que me muevo. Por supuesto, todavía sigo sin explicarme como la fundadora del foro, Morgana de Palacios, me plantó las jinetas a los tres discursos que di. Me parece que hizo una apuesta a vida o muerte. No debía estar muy en sus cabales por aquel entonces, digo yo, juaaaaaaaaaaaaaaaasssssssss. Ahora, en serio, me costó mucho adaptarme al régimen del foro y como era un desafío, enseguida me apasionó, porque los desafíos me apasionan y pensé que podía apoyar a tanto aspirante y transmitirle todo lo que yo había aprendido a lo largo de mi carrera. Abreviarles la cosa que a mí me costó tanto aprender ya que mis verdaderos maestros llegaron tarde. Ya había recorrido solo la mayor parte del camino. Creo que de ser un foro donde se perfeccionaban egos, pasó a ser un foro donde se aprendían realmente las reglas del arte. De ahí que mi presencia fue una suerte de cataclismo y muchos miembros conspicuos levantaron sus egos y salieron corriendo hacia otros lugares donde recuperaran el aplauso fácil.
Yo encontré una forma de volcar la parte docente, que hasta ese momento solamente dedicaba a la Historia o a los de mi país que me pedían consejos de corrección y me mandaban sus manuscritos. Lo mejor, que el foro es gratuito y se mantuvo firme en las convicciones por las que se creó: perfeccionamiento literario.
Siempre he sostenido que con los dones no se lucra. Y hacerlo de forma anónima, todos desde el llano, está dentro de mis certezas íntimas.
18. Tu labor como docente, a nivel presencial y/o virtual, haciendo un balance, ¿qué resultados ha traído a tu vida? ¿Cómo te sientes después de tantos años habiendo enseñado a tanto bestiario?
Me siento desperdiciado. El anonimato virtual te trae más perjuicios que beneficios y hacer las cosas gratis, le quita peso a lo que hacés desinteresadamente. En este mundo, todo tiene precio. No tiene valor. Y la literatura es un arte con tal grado de bastardeo virtual, que todos los gatos son pardos. Como en el tango Cambalache, da lo mismo que seas cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Lo digo a nivel de docencia. Ultraversal, a pesar de su altísimo nivel en cuanto a conocimiento del arte, es mala palabra. Se considera un lugar elitista, cerrado y otra serie de consideraciones que todo ese gatopardismo de egos de medio pelo se ha dedicado a fabricar a su alrededor, cuando nada está más alejado de la verdad. Sin embargo, está aquel que se considera de la élite y prueba suerte; aquel otro que llega a competir a ver quién tiene el miembro más largo; aquel que se tragó la leyenda de la élite y le habla en japonés a alguien que está haciendo pinitos porque no se da cuenta de que Ultraversal no es ni más ni menos que un Taller Literario Virtual y Gratuito, donde hay mucho aprendiz. La docencia literaria es un arte, aún más intensa y compleja que la propia literatura. Y hay que saber de docencia o ser vocacionalmente docente, para entender dónde hay que incidir en cada circunstancia del tipo que presenta un trabajo a consideración.
Del mismo modo, con esa misma capacidad, tenés que tener los huevos bien puestos para decirle a alguien que se dedique al bonsái, porque la literatura no es ni será nunca lo suyo. Y de eso, el que es un escritor de verdad, se da cuenta, remitiéndome a las preguntas del comienzo de la entrevista.
Ultraversal es un proyecto magnífico que podría abrirle puertas a tantísimo aficionado que intenta crecer. Pero creo que el virtuo es su peor enemigo. Si Morgana cobrara por todo lo que es capaz de enseñar, se haría multimillonaria.
Lo lamentable es que en el ámbito virtual, no alcanza con que demuestres talento, sapiencia y solvencia. Todos los gatos son pardos, repito. Y por lo tanto, los diferentes no son bienvenidos en la bolsa.
19. El acto —y luego el hábito— de escribir, para no decir la cacería de la belleza, te sirve de catarsis. ¿Te imaginas de algún modo sin escribir?
¿Sin escribir? Sí. Muerto.
20. La pregunta que quieras hacerte.
¿Habré hablado demasiado?
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Salud, Raúl, a los tiempos, che
«Nunca es tarde para tener una infancia feliz» dijo uno de mis maestros. Te lo digo a propósito de lo de la biología y demás. Ser escritor, ejercerlo, no es para todos. Y la verdad no te veo fuera de Ultra salvo por lo que dices de «un período oscuro» que, justamente, no tiene por qué ser eterno, che.
Me alegra verte y leerte, man, y ojalá coincidamos allá en la casa de aquí a poco.
Un abrazo!
¡Hola, Silvio!
Llegué aquí por torpeza, en una búsqueda de Google, o por casualidad. De cualquier modo me puse contento.
La biología ha querido que pasase demasiado tarde por Ultraversal, en medio de un período oscuro de mi vida, pero a pesar de eso pude recibir con agrado el aprecio de todos, lo cual voy a recordar siempre.
Aunque ahora solo escribo en la soledad y el silencio, conservo el aprendizaje realizado en ese taller literario que tiene la vara tan alta. Gavrí, sin duda, fue quien me marcó y, como nadie, me enseñó los grandes y profundos trazos del oficio, tanto con sus elogios como sus detalladas críticas.
He conocido su vehemencia, su honestidad, su entrega generosa y, por sobre todas las cosas, su tremendo hacer y su bagaje literario, casi descomunal, diría. Se lo agradecí al dejar el sitio; pienso que es un escritor enorme, singular, inalcanzable; como dice él: capaz de escribir siempre y bajo cualquier circunstancia.
En este reportaje queda claro todo lo que él hace por la literatura. Creo que hiciste las preguntas con una certeza y claridad elogiables. Te felicito porque vos también sos un gran escritor que además tiene la habilidad de ponerse dentro de la piel de quien escribe, como los buenos editores.
Un abrazo.
Ariel