Ficha del libro:
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Título: Hijos de tierras áridas
Autor: Gavrí Akhenazi
Editorial: Lulu Enterprise, Inc
ISBN: 978-1-365-65268-4
Nro. Páginas: 302
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Hijos de tierras áridas
por Silvio M. Rodríguez C.
«Carenciados» es el relato con el que comienza el libro, un relato con el que de un pequeño gesto el autor consigue plasmar el carácter del protagonista y la compleja relación con esa suerte de actor secundario que habrá de estar presente a lo largo de la novela. Compleja, porque si bien a León le toca ir de protagonista en determinadas circunstancias en donde lo último que sirven son los sentimientos —que es lo que el espectador podría percibir—, ya de vuelta a su muy peligroso territorio de los afectos es ese otro actor el que se vuelve personaje principal.
Similar a «Carenciados«, una serie de narraciones («Por fuera de la luz«, «En el otro costado«, «Los llantos«, «Avíos«, «Hombre solo en Tánger«, «La niebla mordida«, «Control de calidad«, «Los ’60«, «Damages«, «Mensaje cifrado de un camoatí«, «Check in«, «Canon de belleza«, «Los genes maternos«, «Como un río«, «Los gritos de la oscuridad«), ortodoxamente inconexas entre sí, van afinando el color, el trasfondo, que terminan de dimensionar el drama subyacente. En ellas, el autor, igual que el protagonista, cambia de planos continuamente, a la manera de un calidoscopio ágil, instantáneo, pero al mismo tiempo, con una cadencia fruto del saber hacer.
Después de tres prosas introductorias aparece lo que se volverá una sección —sin aviso, claro— de tipo «hilo conductor», «Sursum corda«, que ya por el título puede descolocar, como también afianzar, al lector, más todavía con ese tercer párrafo «Aún es temprano y en ciertos lugares, cuando aún es temprano, la soledad se ensaña con los pocos que están.» que, dado el ámbito en donde transcurre la escena se contrapone con el «No la roza con la torpeza inculta de un cachorro que busca la adopción de una hembra buena. La mira, solamente, con una desolación que es casi un grito.«
La trama comienza a tomar fuerza con «Buenos ofidios«. Un inusual equipo asume la misión de investigar, desde fuera de la ley, un asunto, también, fuera de la ley. Entrando en los códigos, el equipo está comandado por «el payo» —»los gitanos llaman payos a los que no son de su propia raza»—, ese jugador distinto que, para más particularidad está disponible para ese trabajo por estar de vacaciones forzadas como consecuencia de una relación conflictiva con «la autoridad». Como quien ordena —o encarga— el trabajo lo hace desde la esfera gubernamental más o menos sabe a qué se expone.
El tercer pilar en que se sustenta la novela, «Retro age«, aparece luego de «Buenos ofidios«, también sin dar ninguna señal de que habrá de constituirse en uno. Sin embargo, apenas en el segundo párrafo hay una alteración del tono, una suerte de cambio de panorama que pudiera alertar al lector avisado: «No era ya aquella otra mirada tardía, de animal angustiado que, cuando se alzaba hacia la de ella, provocaba en Cecira la sensación de estar indefensa en una caminata hacia la soledad.» En este apartado el autor va hasta al pasado de un protagonista entonces muchacho, al menos biológicamente.
Las tres columnas van avanzando cada una por su lado, independientes, autónomas, contando su propia historia y, además, con su propio tamiz. Pero de a poco, las tres se van aproximando, acercándose, mimetizándose, hasta que el lector se da cuenta de que los tres relatos no son independientes, sino que constituyen un mismo edificio sostenido por los mismos protagonistas y antagonistas. Es decir, tanto «Sursum corda«, «Buenos ofidios» y «Retro age» son como novelas separadas pero interpretadas por los mismos actores, los cuales aun siendo los mismos también son diferentes de acuerdo al espacio/tiempo en que el autor fija sus acciones.
«Hijos de tierras áridas» es una novela técnicamente más que compleja desde dentro, desde el lado del saber escribir, sobre todo en cuanto al manejo de planos, en donde quien se interese sobre el particular hallará todo un manual de «cómo hacer». Desde el color, yendo al fondo, hay una mezcla ruda, apartadísima de lo convencional, entre la inocencia —y su pérdida—, la violencia, y un extraño estado de nobleza al que se accede merced a códigos íntimos que son aprendidos a fuerza de vivir a contracorriente pero en sintonía con uno mismo. Una voz imparable, la de Gavrí Akhenazi.
A P dice
«Hijos de tierras áridas» es un edificio narrativo. Técnicamente complejo, combina elementos brutos, violencia, pérdida de inocencia y nobleza. La voz inquebrantable de Gavrí Akhenazi resuena en cada página.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Agradezco tu perspectiva sutil y la conexión con los personajes.
Luis Valdivia dice
«Retro age» sorprende al explorar el pasado del protagonista. Tres pilares aparentemente independientes convergen gradualmente, revelando que comparten actores y antagonistas. La complejidad técnica destaca el saber escribir del autor.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Aprecio tu enfoque en la convergencia gradual de los relatos.
M S dice
«Sursum Corda», abrupto hilo conductor, descoloca al lector con su título. La soledad, contrastada con desolación, se desarrolla en un ámbito inusual, desafiando expectativas narrativas convencionales.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Tu análisis sobre la sorpresa del «Sursum Corda» es intrigante.
Valentina Rodríguez dice
Narraciones inconexas, como «Carenciados», afinan el color y trasfondo del drama. El autor, hábil como un caleidoscopio, cambia planos con destreza, creando una cadencia cautivadora.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Gracias por destacar la complejidad técnica y la mezcla narrativa.
BE RA dice
Inicia con «Carenciados», gesto sutil que revela la compleja relación protagonista-secundario. León, protagonista, alterna roles entre la frialdad y la vulnerabilidad, sumergiéndose en territorios afectivos peligrosos.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Valorizo tu observación sobre el cambio de planos hábilmente ejecutado.