Cuando se le presentó un caso incurable de alcoholismo, Jung no pudo menos que reafirmarse en su concepción de los arquetipos, y fue desde ahí que estableció que el paciente no podría ser sanado sino por medio de una experiencia espiritual. La pregunta esencial es ¿qué impide un comportamiento normal? En el alcoholismo, entrevió una ansiedad de transcendencia completamente normal pero no entendida primero, y erróneamente buscada después. El éxtasis a través del consumo de sustancias externas representa una usurpación de lo que puede llegar a lograrse por otras vías que no implican ningún tipo de invasión, y menos todavía degenerativas.
Dentro de la concepción arquetípica puede hacerse una distinción entre hombre y mujer, pero no una separación total, por lo que todo hombre tiene un componente femenino y toda mujer tiene un componente masculino. Está inserta en la psique del hombre la figura de la madre, de la hermana, de la diosa benigna, como de la diosa maligna; también está en su inconsciente el ideal que de algún modo tiene formado como pareja por la cual se expondrá a peligros y habrá de realizar sus mejores esfuerzos por conseguirla. A esto Jung le llamó ánima, al aspecto femenino interno del hombre.
En cuanto a la mujer, en su psique está grabada la figura del padre, del hermano y, por supuesto, su propio ideal de pareja. A este aspecto masculino interno de la mujer, Jung denominó ánimus, que se corresponde con el Logos paterno (en contraposición a Eros). Están en el ánimus, entonces, todas las realidades pasadas del hombre que tiene y que concibe la mujer. En este orden de ideas, lo que suele denominarse amor a primera vista, se explica como el resultado de la atracción que genera la fuerza del arquetipo que supera lo racional, pues opera, justamente, a nivel inconsciente.
En el inconsciente, Jung no se detuvo en lo individual sino que fue hasta lo colectivo, por lo que el arquetipo de la Sombra no puede ser meramente personal, sino que también es grupal. Es aquí en dónde marcó la irresolución del cristianismo pues, en un sistema en donde la fórmula es el bien contra el mal no cabría posibilidad alguna de equilibrio, menos todavía cuando la figura femenina («el femenino rechazado») no tiene perspectivas reales de igualdad. La Sombra, entonces, es aquella personalidad oculta antagónica a la personalidad pública constituida por impulsos que negamos existen, o que reprimimos muy intensamente.
Hay lugares en el mundo en donde las mujeres sufren un maltrato terrible, lugares en donde la discriminación violenta, la pobreza y las enfermedades son parte de lo establecido, como si tales variables se correspondiesen con la naturaleza humana. Sin embargo, esto no es más que el resultado de esos aspectos que social y colectivamente se vienen propiciando por desconocimiento de uno mismo, primero, y por esa falta de conexión del individuo con aquello que le trasciende, después. Jung, con la interpretación de los sueños y el modelo de los arquetipos allanó el camino para encontrar el sentido de la vida.
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