El niño que permanece apartado de sus demás contemporáneos, abstraído, ¿acaso nos parecería un chico sano? ¿Qué tan impuesto tenemos aquello de que el hombre es un ser gregario como sinónimo de tener que andar relacionándonos socialmente todo el tiempo? Carl era el chico distinto, el solitario, al que en la adolescencia no le importaba mucho lo colegial. Sólo tuvo una hermana menor en vida, aun cuando tanto su madre, como también su padre, fueron cada uno en su familia, el hijo número 13. Sintiéndose distinto, quizás, comenzó entonces el drama de cómo explicar que ese sentirse así, era, también, normal.
Por definición biológica somos, todos, únicos e irrepetibles, pero más allá de una definición de manual, ejercer esa individualidad al punto de inaugurar una nueva escuela implica un riesgo y un precio demasiado elevados. ¿De dónde la certeza de estar en lo correcto, cómo la fe en los planteos? Bien, se dice que lo valioso lleva trabajo y disciplina, pues el Libro Rojo de Jung, conllevó nada menos que 16 años de labor de auto análisis, de auto enfrentamiento. Estamos hablando de 16 años de investigarse a uno mismo desde lo intangible, sin testigos, sin una mano que arroje una soga.
Estudiando a Jung —como a muchos notables—, podemos concluir que aquello de predicar con el ejemplo antes que difícil, debiera ser lo natural. Sin embargo, lo cierto es esa falta de entrenamiento en el mirarnos internamente, no sólo en examinar nuestros actos, nuestras omisiones, sino en prestarle la debida atención a todos esos llamados, a todos los mensajes que provienen de nuestro inconsciente y que pueden manifestarse a través de los sueños. Parafraseando a Hesse, quizás llegamos a un punto en el que nos sobra diversión, pero en el que nos falta alegría, todo, porque en el fondo vivimos fragmentados.
El poderío analítico de Jung proviene, quizás, de una actitud de indefensión ante la realidad y ante las posibles realidades. La duda metódica de Descartes, en perspectiva, ni siquiera es eso, un método, sino una actitud misma que entonces facilita ese nivel de percepción inusual que solemos llamar intuición. Al desarrollar nuestra voluntad en impedir que nuestros prejuicios aprendidos desde la infancia dirijan nuestros pensamientos, y luego nuestras acciones, liberamos nuestra sensibilidad a captar toda la batería de mensajes que está a nuestra disposición siempre, toda vez que estemos en disposición de aceptar que toda nuestra estructura de pensamiento es falible.
Como ejercicio un tanto torpe, podemos imaginar un ejemplo de negación y uno de no negación. Cristianamente podemos negar que Dios sea malo, pero no podemos negar que Dios permite las guerras y sus consecuencias en las que, pareciera, no hay bondad. Jung, justamente, no le niega al hombre, ni individual ni colectivamente, su capacidad para la infamia, y desde esta no negación es que facilita la comprensión o por lo menos el estudio profundo de su psiquis. Cuánta menos neurosis estuviera desarrollada si tan solo estuviésemos entrenados en la no negación, en la aceptación racional de que todo es posible.
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Yraida Pérez Navarro dice
DESDE LO PROFUNDO DEL ALMA. EXCELENTE VIDEO.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Muchas gracias, Yraida.