Algunas naciones árabes no sólo no supieron aceptar a Israel como nación, sino que tampoco pudieron internalizar el hecho de que en su momento (1948) tropas egipcias, sirias, transjordanas, libanesas e iraquíes no pudieran vencerle en una guerra abierta, incluso contando con el apoyo de combatientes libios, yemeníes y saudíes. Cuando tiempo después (1967), gracias a Nasser, el sentimiento de unidad árabe era otro, parecía ser que había llegado la hora de resarcirse del daño que habían recibido. A Siria y Egipto, que contaban con el apoyo de la Unión Soviética, se le unieron Jordania e Irak formando una nueva coalición.
Según los registros de la época, aun cuando toda la coyuntura hacía indicar que la guerra era inminente, no todos pensaban que Egipto efectivamente invadiría Israel. En todo caso, quien inició la guerra fue Israel, y la pregunta es ¿cuáles eran los planes en caso de una victoria como la que consiguió? Las fronteras quedaron aseguradas pero, los nuevos territorios, los Altos del Golán, Cisjordania, la Franja de Gaza y la península del Sinaí, que dos siglos atrás se denominarían «conquistados», pasaron a llamarse «ocupados» en la jerga y en el acuerdo internacional. Unos territorios que implicaban, hasta hoy, a naciones.
Con el auspicio de la Liga Árabe, se había fundado la OLP (Organización para la Liberación de Palestina, 1964), la cual fue reconocida nada menos que por la ONU. Lo curioso es que los palestinos, en lugar de declararse nación independiente, permitieron que la OLP se fije desde un principio como objetivo exterminar a los judíos, así, abiertamente, en un sinsentido político y militar. Más aun, entraron en conflicto con Jordania (1969), llegando a un enfrentamiento que llevó a millares de muertos. Y claro, cuando Arafat, el entonces «presidente«, intentó el fin de las hostilidades con Israel, fue considerado un traidor.
El 22 de septiembre de 1980 Irak invade Irán dando comienzo a una nueva guerra entre un país árabe contra una nación no árabe (recordemos que los Iraníes no son árabes, son persas). Irak recibió el apoyo financiero de Arabia Saudí, y se compró armas de Estados Unidos (quién también le proporcionó ayuda de inteligencia), de Francia y de la Unión Soviética. Irán, utilizó menos dinero (su ley no admite la usura), pero más vidas humanas, incluyendo la de niños mártires y civiles que fueron víctimas del gas mostaza y el gas sarín utilizados por Irak con patrocinio de empresas norteamericanas.
Saddan no pudo con Jomeini, y tras el cese el fuego, ambos se declararon victoriosos, aunque en cuanto a territorio no hubo modificación alguna. Irak quedó debiéndole dinero a Kuwait y, no pudiendo pagarle, solicitó la condonación de la deuda, lo que no ocurrió. Sorpresivamente, Irak invade Kuwait en agosto de 1990, se anexa el territorio y, recién entonces, comienza la operación Tormenta del Desierto. Para entonces, sólo un gobierno árabe se mostraba abiertamente hostil Estados Unidos, el libio, de Muamar el Gadafi, el cual terminaría derrocado en 2011 por el «Consejo Nacional de Transición», una organización apoyada por la OTAN.
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