Al igual que varias naciones que habían sido diseñadas con escuadra, Egipto también era un reinado, que había nacido como una colonia del Reino Unido tras haber sido parte del imperio otomano. La Campaña en África del Norte terminó sellando el resentimiento confeso del pueblo egipcio hacia los británicos, resentimiento que, si se mira bien, no fue otra cosa que una proyección sociológica, dado que por más nacionalismo que se profese si en las esferas gubernamentales está prendida la corrupción no hay independencia posible. Esta corrupción marcará en varias ocasiones un superlativo grado de ineficacia en diferentes eventos de todo tipo.
El Líbano, justamente por su geografía, históricamente albergó tanto a cristianos como a musulmanes, correspondiéndose con lo que alguna vez fue Fenicia. Hay que marcar aquí la gran influencia del comercio exterior en una economía cuando se domina la navegación. Por su parte, Siria forma parte del territorio de la «Media Luna Fértil», es decir, parte de donde ocurrió la «revolución neolítica» que significa el paso de la vida nómada a la sedentaria, cuestión que implica desde el vamos una fusión de culturas. Luego de la caída del imperio otomano, Siria se constituyó en el Estado árabe más grande del Levante.
Los británicos habían dado cátedra acerca de la guerra irregular, acerca de cómo llevar una guerra de guerrillas, lo que no pudieron prever es que todas las lecciones que en algún momento pudieron dar habrían de ser reproducidas e incluso mejoradas pero en su contra. El quiebre institucional sobre la situación de Israel y Palestina terminó haciéndose evidente y de la manera más violenta, todo, como resultado de una política pendular que el Reino Unido mantuvo desde el principio, y por una cuota de intransigencia árabe ante cualquier intento de negociación. El conflicto comenzaba a resultar mucho más costoso que beneficioso.
Por entonces ya se manejaba el concepto de migración ilegal, es decir, no existía –como tampoco existe– el libre tránsito de personas de un territorio a otro territorio. Y así como las mercaderías de contrabando se manejan a otro precio y con otro riesgo, los seres humanos que entran dentro del concepto de «ilegales», pasan a manejarse a otro nivel, con otro status o categoría. En la lucha por un territorio funciona la lógica de más es más, es decir, políticamente, una minoría pesa menos que una mayoría. Para los judíos era vital sumar población y así hacerse fuertes.
Cuando en 1947 la ONU propuso como solución del conflicto la partición del territorio de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, no tuvo en cuenta ningún mecanismo de adecuación de tal propuesta. En aquel momento, India, Irán y Yugoslavia apostaban por la creación de un único estado que adoptara a los dos pueblos, cosa que tampoco prosperó. Por su parte, los judíos accionaron pronto, declarando su independencia en 1948, unas horas antes de la salida de los británicos. Los árabes, se opusieron a la resolución 181 de la ONU amenazando con ir a las armas, cosa que cumplirían.
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