No te mira, y parece no sentir el escándalo
que genera por dentro su desprecio aparente,
siquiera se detiene a revolcar cruelmente
sobre tus pechos llenos de soledad y sándalo,
sus ansias promeseras de altivos desenfrenos.
Te esquiva sin excusas, sin llegar a entender
cuantos cielos granates se dispone a perder
al dejarte de lado junto a todos los plenos.
Y no lo ves camino a lo que teme y sabe,
ni cómo te perdona querer ser infeliz
siguiendo los senderos de barata Beatriz,
ni cómo te defiende de lo que no te cabe,
de aquello que le pudre las ganas de vivir
y que aguanta de lejos ignorando servir.
Deja una respuesta