Pero, ¿por qué tanta aversión hacia la culpa? Podemos remontarnos, si no a los tiempos bíblicos de Adán y Eva, sí a la historia de aquellos dos personajes. Recordemos que ambos vivían en el «paraíso», del cual fueron expulsados tras cometer no una serie, sino un único «pecado», comer del fruto del árbol prohibido. Cuando Dios le pregunta a Adán si por qué lo hizo, Adán no asume de movida su responsabilidad, sino que alega que fue tentado por la mujer que Dios le había dado. Luego, Eva, sigue el mismo patrón de Adán y proyecta su accionar sobre la serpiente.
El peso primordial de esta culpa es que la misma no es perdonada, no es dis-culpada. Es decir, no existe ni siquiera la posibilidad de un intento de reparación respecto de la falta cometida. Este es el principal sentimiento que gira —y que muchos tan bien explotan— alrededor de la culpa: el de lo irreparable. Ante lo irreparable, sólo queda el castigo, la expulsión del paraíso, los partos dolorosos para Eva, y el tener que trabajar para poder sobrevivir para Adán. Todavía más, el castigo es de por vida, sin opción a revisar la sentencia, y claro, incluyendo a la descendencia.
Los cristianos, que van por los 2 mil millones en el mundo, incluyen en su sistema educativo el esquema de la culpa. Los católicos manejan el concepto del pecado original, es decir, de una culpabilidad de nacimiento. Hablamos de miles de millones de personas que ni siquiera tienen idea de que subconscientemente cargan con el peso de una escuela que les impone la idea de lo irreparable y su consecuente castigo, y de que esta misma escuela la van retransmitiendo a todos sus ámbitos, convirtiendo al esquema de la culpa en uno de los sistemas de pensamiento más normales de occidente.
Que alguien, o que algo, nos haga sentir que hemos cometido un error irreparable es algo opresivo. Sin embargo, si al cometer una falta, nos entrenan a que, cualquiera haya sido el error, es reparable, el sentimiento es completamente otro. Pero, ojo, lo subconsciente ya está sembrado desde tempranito; los adolescentes, jóvenes, ni qué decir los adultos, operan con el sistema instalado en la infancia. De hecho, produce entre lástima y asco el ver cómo parejas de mediana edad todavía «juegan» al enfermizo entretenimiento de víctima y victimario, de jueces y acusados, hasta dar con el culpable de una relación fracasada.
Debería entenderse que la comodidad de culpabilizar al otro trae aparejada la posibilidad de despertar su reactividad, haciendo que este a su vez busque culpabilizarnos a nosotros, con el riesgo de un ida y vuelta en espiral hasta el infinito del aburrimiento y del mal gusto. En este panorama, no deja de ser una alternativa saludable dejar abierta la posibilidad de que pudiera ser cierto que los únicos responsables de lo que nos pasa somos nosotros mismos. ¡Qué fantástico que nadie pudiera culparnos de sus desgracias! ¡Qué terrible el no poder culpar a nadie de nuestros fracasos! ¡Qué maravilla de opción!
de las Santas Escrituras | ||
Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: "Dónde estás?" Éste contestó: "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí." Él replicó: "¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?" Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí." Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: "¿Por qué lo has hecho?" Y contestó la mujer: "La serpiente me sedujo, y comí." | Y Jehová Dios siguió llamando al hombre y diciéndole: "¿Dónde estás?" Por fin él dijo "Oí tu voz en el jardín, pero tuve miedo porque estaba desnudo, y por eso me escondí". A lo que dijo él: "¿Quién te informó que estabas desnudo? ¿Del árbol del que te mandé que no comieras has comido?". Y pasó el hombre a decir: "La mujer que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio [fruto] del árbol y así es que comí". Ante eso, Jehová Dios dijo a la mujer: "¿Qué es esto que has hecho?". A lo cual respondió la mujer: "La serpiente... ella me engañó, y así es que comí". | Pero llamó Yavé Dios al hombre, diciendo: "¿Dónde estás?" Y éste contestó: "Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí". "Y quién, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol que te prohibí comer?" Y dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí". Dijo, pues, Yavé Dios a la mujer: "Por qué has hecho eso?". Y contestó la mujer: "La serpiente me engañó y comí". |
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