¿Quiénes son las primeras personas con las que tenemos problemas? Pues, en el orden natural de las cosas, nuestros padres. Lógicamente, nuestros primeros recuerdos, también, lo constituyen nuestros padres. Durante nuestros primeros años es a través de nuestros padres que recibimos las primeras lecciones, los primeros bloques de información ciertos e indiscutibles. Uno de estos bloques, esquematizado dentro de todo un sistema, es el de la culpa, que, como toda arma, puede ser utilizada tanto para el mal, como también para el mal, aunque a veces, y en contadas ocasiones, para el mal. Correcto, la culpa no optimiza a nadie nunca.
El esquema culposo sirve para cargar a otro con el fardo de las propias mediocridades, básicamente. “La culpa la tiene la sociedad”, pero la sociedad la conformamos todos. “La culpa la tiene el gobierno”, sí, pero al gobierno lo elige el pueblo, y el pueblo somos todos. “La culpa la tiene tu madre”, bien, “pero a mi madre la elegiste vos, padre”. “La culpa la tiene el colegio”, claro, por supuesto, pero, ¿y quiénes escogieron ese colegio? “La culpa la tiene el cura”, obviamente, pero ¿dónde estabas cuando podía optarse, quizás, por otro cura? La culpa es del clima, señora mía.
El asunto con el esquema de la culpa es que siempre hay alguien, o algo, a quien, o a qué, echarle la culpa, lo que permite proyectar nuestras propias mediocridades, yerros, y “sombras”, en otros álguienes o cosas, este es el punto glorioso del que, una vez nacidos y educados en él, es casi imposible desprendernos. Uno no nace fumador, uno no nace whiskero, uno no nace putañero, por decirte, ni machista. Uno se hace fumador, whiskero, truquero, putañero y machista por el camino; como también culpable y culpador, por decisión propia, sin que nadie le obligue. Pero siguiendo una costumbre.
Como es una costumbre, es lo fácil de seguir, porque es lo seguro, porque es lo que se usa, lo que todo el mundo viste y calza. Lo inseguro es ir por la vida diciendo que “lo que te pasa es porque querés que te pase”. Ahí te saltan al cuello. Nadie te dice: “Soy alcohólico porque es mi opción”, “Soy adicto al tabaco por gusto”, “Soy obesa por decisión propia”. En estos ejemplos, los implicados no tienen la culpa de su conducta, no; sino que los culpables son agentes externos. Aquí debiera surgir la palabra que lo resuelve todo: responsabilidad.
Hagamos un autoanálisis y veamos si recordamos una, pocas, varias, o muchas ocasiones en que recordamos a nuestros padres asumir la responsabilidad de algún error. ¿Es fácil recordar a nuestro padre o madre diciendo “me equivoqué”? Todavía más, ¿a cuántos jefes, compañeros de trabajo, hermanos, amigos, conocemos que al momento de un error, en lugar de asumir la responsabilidad, pareciera que incluso como por reflejo son capaces de encontrar una circunstancia, una causa que pruebe que no fueron, que no han sido ellos la causa del error, que de ningún modo fueron “los culpables”, los portadores de “la culpa”, del “pecado”?
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Silvio Rodríguez Carrillo dice
Salud, desde el prólogo mismo este libro es inquietante. Yo era muy jovencito cuando accedí a esta lectura. Espero te sea de provecho.
Un abrazo.
Venuska dice
¡Demonios! Yo aquí descargando el tercer ebook.
Saludos.