No hay arritmia ni antes, ni durante ni después de las 800 patadas diarias que ando haciendo. Mi presión se mantiene en un 12-8 con o sin whisky, antes y después de la bici (durante, no sé). Pero hay algo que no encaja y como que aguarda su equilibrio, un ente, una esencia, quizás una última o penúltima personalidad que espera pueda darle cabida a su expresión. Estoy lejos de llevar mi frente contra la mesa –como cuando perdí alguna batalla– y teclear una y otra vez la nota la en mi cabeza –como cuando la depresión me muerde–. Me alejo.
Así como un poema fluye irreversible
desde su origen alto, sin barreras,
así fluye el latido que te busca
atropellando solo su propio ser de río.
Se pare en el arriba privado de morir
como un ente infinito que comienza a saberse,
venciendo sin testigos al silencio brutal
se abre y se difumina arañando tu nombre.
Es algo que no digo y que me guardo
un fantasma una rosa y una espina
es un verbo que ignora que me duele.
Esto es algo privado que me aprieta la sien
una historia que narro a escondidas de mí
un presagio de guerra en donde sos la paz.
Deja una respuesta