Un día caen por su propio peso
las máscaras mejor llevadas,
la sonrisa del amante
y las formas de un cariño
que nunca fue puro.
Se desdibujan de la nostalgia
y de todo posible afecto
eso que pudo haber sido entrega
aquello que pudo ser compañía,
y va quedando sólo sabor a fraude
un aroma a lo de siempre,
sabiéndonos en medio*
de la inocencia perdida.*
Hay que entonces
imposiblemente, nacer de nuevo
buscarse de vuelta en otros ojos,
aspirarse en otro aliento;
y mientras tanto aguantar las horas
acumulando lástima en los bolsillos.
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