Siempre en la furia cierta de su impúdica
manera de olvidar roturas sólidas,
siempre a tiro de piedra para estólidas
bocas cantando sal y herida lúdica.
Como si no supiese del error
ni de la fantasía del acierto,
como si en esta vida ningún muerto
le hubiera referido un grave horror.
Todo para privarnos de lo inquieto
de verlo en lo de pronto de sus frentes,
por mantenernos llenos en lo escueto
sin más paso que el simple andar sonrientes,
sin otra opción que no sea dejarlo
ser verbo, sin podernos explicarlo.
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