Quinto decanato
Una vez más
Al mejor no parece costarle demasiado
calzarse las sandalias, la espada y el escudo
y recorrer con aire de espíritu tozudo
la senda que lo lleva al sitial proyectado
aun cuando la misma implique lo pasado.
Si tal actitud es producto de lo hecho
teniendo como norte el no fijarse un techo,
o fruto de la esencia dictada por un dios
regurgitando odio entre bilis y tos,
es cuestión que se hace el burdo desde el lecho.
Lo cierto es que en el antes de todo enfrentamiento
el solo se acomoda en toda su tensión
dispuesto a hacer vibrar su filosa canción,
o bien, se desparrama en un relajamiento
distendido en un sólido y brutal aislamiento,
sintiendo los mordiscos de aquel temor profano
que siempre lo persigue desde el cielo a la mano
haciéndolo dudar de si tiene sentido
o si habrá de quebrarlos por ser un resentido,
sabiendo que ambas cosas convergen en su plano.
Todo entonces indica una única salida,
el impulso preclaro empuja a destruir
con afán primigenio de por fin construir,
arrancar la maleza de la tierra exprimida
y pasarle por filo a quien causó la herida,
mas es ahí que busca, resiste y que pelea
porque en certeza sangre vino de vida sea,
cuando lucha de lleno contra su intimidad
que le pide resuelva todo con la verdad,
y no con la bondad que el simple siempre ondea.
Instante que define todos los venideros
como los anteriores fijaron el ahora,
en donde todo premio no es otro que la aurora,
posible de surgir sin pastores ni cleros
que enseñen el amor por los castigos fieros,
en donde se respira profundo y sin orgullo
la asfixia de no ser más que suave murmullo
que con calma le dice a las cadenas: fragua
y al recio prisionero le recuerda esto: agua,
mientras por fuera sigue la ley y su barullo.

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