A veces, pareciera que están jugando Jenga, pero contra la naturaleza.
Andrea.
La industria del fracking no es nueva, sin embargo, el salto cualitativo que la hizo rentable se dio gracias al empuje que le dio George P. Mitchel, el cual consiguió precios competitivos justo en un momento en el que el petróleo tenía precios elevados. Al igual que Qatar centró sus investigaciones en un nicho muy específico de mercado, así mismo Mitchel centró sus investigaciones en el fracking, consiguiendo una auténtica revolución. Para ponerlo en perspectiva, con el fracking USA pudo dejar de importar gas logrando abastecer su demanda interna y presionando todavía más a la baja el precio internacional del petróleo.
De acuerdo a las publicaciones más tradicionales (incluyendo Wikipedia), el fracking representa un porcentaje importante del PIB de USA. Pero, estas cifras son tendenciosas y, basta echarle un poquito de análisis para dar cuenta de si son o no son sostenibles. Pero, más allá del grado de incidencia en el PIB, lo cierto es que una industria que mueve billones de dólares al año, justamente por ello, en lo normal no se detiene a reparar ni en costos medioambientales, ni en ningún tipo de «daños colaterales» de conjunto o individuales.
Recordemos que se trata de una actividad que utiliza sustancias «no declaradas«, las cuales poseen un nivel de toxicidad más que elevado, por un lado. Por otro, es una industria que genera un montón de empleo, y un montón de ingresos a los propietarios de las tierras en donde se encuentran los yacimientos. Es decir, dada esta coyuntura, solamente los que se han visto directamente afectados en su salud, o bien, por el deterioro de sus predios, son los que han iniciado acciones en contra del fracking, apoyados, luego, por organismos de defensa del medioambiente. Es decir, no son muchos los gobiernos que llevan la voz cantante en contra de esta práctica.
Uno de los elementos que puede estar presente en el proceso del fracking es el torio, que pertenece a la familia de las sustancias radiactivas, y cuyo periodo de semidesintegración es elevadísimo, tanto, que libera radiactividad durante miles de millones de años. Otro elemento químico que puede presentarse es el radón, el cual es altamente radiactivo y pertenece al grupo de los gases nobles, y que se encuentra, también, ligado al uranio. El periodo de semidesintegración del Uranio es de 704 millones de años. Entonces, ¿cómo cuantificar el daño a la naturaleza si ocurriese un error con alguna de estas sustancias?
Si el fracking es o no rentable desde el punto de vista meramente contable es una cosa, si es o no es sustentable desde un punto de vista económico serio, ya es otra cosa. Que haya gobiernos que alienten esta práctica, mientras hay otros que lo prohíben, es una señal no sólo de que las condiciones son diversas, sino de que, justamente, no existe una entidad, o un conjunto de entidades que pueda certificar que tal o cual explotación es enteramente inocua para la naturaleza, o bien, cuantificar los posibles daños, si llegasen a ocurrir, junto con los mecanismos de reparación.
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