Escribir lo que uno se propone escribir es ya desnudarle de posibilidades a la empresa desde su principio mismo. Al contrario de lo que pudiera hallarse en la historia, el acometer una guerra plástica llena de finalidades y cronogramas sólo tiene sentido en la medida de la sucesión de traiciones. Por supuesto, los estetas dirán que dado el plan, lo bello no está en realizarlo, sino en hacerlo lo mejor que se pueda. Afirmación parecida a la de los músicos de poca excelencia, aunque de gran trayectoria, que terminan por creer que en un concierto lo importante es el esfuerzo que el intérprete principal realiza en equivocarse lo menos posible, y nada más. Consiento en que mucha gente esté de acuerdo con esto, y es precisamente esa gente la que termina por estar de acuerdo conmigo. Es el privilegio de ser El Puto.
Día normal en las barracas. En la mañana, bien temprano, los superiores nos mearon en la cara, que la teníamos fija en el techo, para despertarnos a la luz de un día caluroso, a pesar de que es invierno, y entregarnos un montón de dinero que debíamos gastarlo antes del oscurecer.
Junto con nadie fui hasta el pueblo más lejano y me alquilé un cuerpo a quien exponerle la descripción práctica de los efectos de la testosterona. Hábito sano, siempre que se lo mantenga dentro de los límites adecuados, es decir, dentro del marco de la exageración, la mejor consejera a la hora de medirse con las hembras solas de cualquier parte del planeta.
A la vuelta de la excursión me compré un par de botellas de algo, me senté a beber y comencé a confesar. Me nombraron confesor hace un par de años, cuando todavía no había nacido el primer tigre alado, y las inundaciones todavía podían ser sólo de agua.
“Acércate hermanito, cuéntale tus aflicciones al Puto, que no se alegra con la turbación del pecador, sino con la curación gradual de sus idiotas heridas”, las palabras iniciales con las que recibía a mis congéneres, aquellos que querían echar afuera sus faltas, sus propios no asimilar la ley y el orden establecidos por otros, en otro tiempo y en otro lugar, y que los llevaba a esa situación de intranquilidad con la que tan sencillo es lucrar.
Después cayó la noche, hizo mosquitos, hizo sudor en la planta de los pies y entre los dedos. La lengua se volvió pegajosa, por la primera botella, problema a resolver sólo con la segunda botella. In vino veritas, pero sólo en la segunda botella está la gran traducción, la que por una nada de palabras te ofrece lo que otro fue, desde dentro y en uno mismo, como si ese alguien y eso que eres, o eso que sos, sean una misma partícula de nada, que nada habrá de modificar, que ya es mucho, y viene siéndolo todo, ya que estamos. Ya que estamos de paso, digo.
La vida, no es la vida.
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