Si la mitad de las organizaciones sin fines de lucro hubieran conseguido la mitad de sus objetivos el mundo estaría color de rosa. Pero, la verdad es que detrás de todas sus metas suelen haber muy otras intenciones y muy otros efectos colaterales que los de a pie, y que incluso los involucrados en el proyecto no llegan a saber. Por ejemplo, muchos creyeron que la invasión a Libia e Irak consistiría en liberar a esos países de unos tiranos —algunos creen que eso busca USA en Siria—, así como creen que la UNESCO busca «la mejor» educación para todos.
El pensamiento crítico, el razonamiento lógico, no parece funcionar como debiera a nivel de multitudes. Existen países con problemas de pobreza, que cuentan con universidades que cada año arrojan millares de profesionales en las ramas del derecho o de la economía y que no pueden, sin embargo, ofrecer a sus respectivos congresos proyectos de ley que posibiliten las reformas necesarias para cambiar la situación en la que se encuentran. Es decir, año tras año, muchos países pobres continúan atados al modelo de dependencia masa/líder, el cual se construye desde la escuela y desde la casa, por supuesto, sin consciencia de ello.
A la ausencia de pensamiento crítico hay que agregarle una falta de comportamiento reactivo consecuente. En España, la deuda pública se ha incrementado desde 1980 hasta el 2017 de forma constante, de 15.997 millones de euros—16,58% del PIB—, a 1.144.298 millones de euros—98,30% del PIB—. Es decir, la deuda fue subiendo prácticamente los últimos 40 años. Una deuda que la decide el gobierno bajo la permisividad de los gobernados. Si el gasto es ineficiente, es no pagar impuestos o volver ese gasto eficiente. Mas, en las últimas 4 décadas ninguna reacción del «pueblo» tuvo una consecuencia eficiente.
Si consideramos el caso de Estados Unidos la cosa es todavía más curiosa, puesto que su deuda pública de 18.036.300 millones de euros —107,17% del PIB— implica que cada uno de sus ciudadanos debe 55.818 euros, aunque es uno de los países con peor cobertura sanitaria del mundo. La guerra sicológica —en donde «el terrorismo» viene siendo el actor principal— impidió cualquier reforma seria en el sector inmobiliario, o en el sector salud, mientras que los gastos en «defensa», al 2016, alcanzaron los 552.161 millones de euros colocando a los Estados Unidos en el primer lugar del mundo en ese sentido.
La información está ahí, no toda, pero sí la suficiente como para entender la problemática. Sin embargo, lleva una cuota de esfuerzo tanto acceder a la misma, como a interpretarla, y es en ese punto en donde juegan dos factores: 1. la pereza, porque es menos laborioso quejarse que enfangarse a ver por dónde vienen los tiros; y 2. el miedo, en el cual nos adoctrinan por todos los medios posibles. En consecuencia, la gente común no sabe cómo cambiar las cosas, luego un gobierno le sustituye a otro, y el pueblo nunca pasa a ser rico aunque sigue pagando impuestos.
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Photo by James Douglas on Unsplash
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