En música, la disposición arbitraria de algunos sonidos ocasiona algunos resultados específicos. En poesía, podemos hablar de rimas asonantes y de rimas consonantes. Es decir, en el arte nos encontramos con estructuras más o menos rígidas que son utilizadas como medios para conseguir fines. Estos medios son el resultado de la observación de una matriz original desde la cual han sido extrapolados. La observación de esta matriz y su ulterior comprensión permite la elaboración de leyes, y el cumplimiento de estas leyes hace posible la consecución de ciertos objetivos. La creatividad, vista así, es una forma de obediencia, no una anarquía.
Una vez que somos conscientes de que existen ciertas leyes que rigen, o que por lo menos guían el arte, podemos entender tendencias opuestas y, por supuesto, escuelas diferentes, pero estas diferencias, sabríamos, no implican ni superioridad ni inferioridad. Ahora, no comprender estas leyes —por falta de instrucción, por algún defecto físico, o por alienación estructural—, es lo que hace posible la polarización individual primero, grupal después. Más allá del talento de ciertos compositores geniales, también está el de aquellos didactas capaces de entrenar a todos a escuchar los sonidos que esconden las canciones. Los que entrenan a extrapolar concepciones.
El desconocimiento de las leyes naturales no implica su inexistencia; la incomprensión de los mecanismos cósmicos no quiere decir que estos pertenezcan a la fantasía. Sin embargo, que desconozcamos una ley, o que no comprendamos un mecanismo, puede ocasionar que salgamos perjudicados en algún proceso. Ignorar las reglas básicas de gramática puede derivar en que escribamos un texto ilegible, por más perfecta que sea la idea que queramos expresar. Desconocer el sistema legal del país en el que vivimos puede ocasionarnos toda una serie de penalizaciones. Entonces, solo conociendo, comprendiendo la mecánica de nuestra naturaleza es que podemos ejercer lo que somos.
Una de las maneras que tenemos para notar lo extraordinario del ser humano es fijándonos en su capacidad de adaptación a casi todo. Sin embargo, esta capacidad de adaptación muchas veces implica también un cierto grado de pereza, o de adormilamiento de ciertas actitudes. Preferimos estar a salvo, que estar mejor. Optamos por una tregua, y postergamos indefinidamente la paz. Si las condiciones circundantes son tan brutales que lo único que nos queda es ponernos a salvo, podríamos comenzar a preguntarnos cómo llegamos a eso, quiénes se benefician de eso, o, como mucha gente lo hace, no cuestionarnos nada: libre albedrío.
Si nos enfocásemos en conocer mejor nuestras propias «reglamentaciones», antes que intentar asimilar todo el ruido que nos vende, y que intenta imponernos el orden establecido, sin duda lograremos esa importante cuota de calma desde la cual toda la realidad cobraría otra perspectiva. Por supuesto, así como hace cinco mil años, igual hoy la cuestión implica esfuerzo, como también constancia, en el sentido de que formar hábitos saludables, incluyendo el de apartarse de la gente nociva, puede llevar algún tiempo e incluir algunas renuncias, pero, el hecho de ser gregarios no pasa por agruparse sin ningún objetivo, ¿o crees que sí?
ALDO dice
Hola
fabuloso documental.
Solo quería saber si estará por escrito, en texto.
Saludos.
Silvio M. Rodríguez C. dice
Hola, Aldo
Ignoro si hay o no el texto de este documental. El título original es «Mundos internos, mundos exteriores», o más bien, la traducción comercial original.
Sé que el trabajo original corresponde al investigador alemán Alexander Lauterwasser, que allá por el 2002 publicó «Imágenes de sonido del agua», pero en alemán, y que se publicó en inglés por el 2006.
Por otra parte, hay programitas gratuitos y también pagos, que convierten archivos de audio en archivos de texto. Por ahí la solución sería convertir todo el vídeo en mp3 con atuvecatcher y ya con el archivo de audio pasarlo a texto. Es sólo una idea, nunca lo hice.
Un abrazo, y que estés bien.