Ya no sé estar
Quizás desnudarse de errores
implique el perdonarle al mundo
la saña con la que nos saluda
desde las aristas y atalayas de dolor
con el que nos empuja a descreer,
puede que lo perfecto insista
en vivir justo al medio del sí y del no,
que la alegría –como la tristeza– más extrema
se base en lo que no permanece,
y que la mejor manera de decir un nombre
sea el portarlo en la mirada.
En este juego multipolar
el que duda admira al que sólo porta certezas,
y el que de todo está seguro
lamenta que, dos pisos más abajo y a pleno sol
sus querencias jueguen ignorándolo,
abundan los puentes y los medios
para que ningún poderoso cruce
la distancia entre el solo y el estribillo,
para que el genio envejezca lentamente
los cortes de sus olvidos más necesarios.
Y yo no sé
dejar de encontrar belleza y distancia
en la lastimadura de los opuestos,
sacarle metros al ritmo
ni hacerle danzar a la estatua de Venus,
ya no sé estar con nadie
con quien no pueda reír.
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