Vuelta
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Veinte veces imaginaste ser un mensaje
que alguna vez alguien se detendría a leer
y todavía otras veces más te dispones a ser
quien mira de frente, al menos a los costados.
Laberinto claro, lo confuso habitando tu mochila
cantando por lo bajo músicas sencillas
como si así fuese posible alejarte un poco más, de todo
y que al hacerlo, en realidad te acerques un poco más, a alguien.
Ilusiones, acordes escritos pero pocas veces interpretados
bien alto, en la cima del fango, a dos metros del suelo
entre uniformes y uniformados, a mitad de la gente
esas personas que también quieren ocultar que son transparentes.
¿Qué cuaderno de apuntes te salvaría del tedio?
¿Qué pequeño juego mental de números y abecedario
podría por fin distraerte de los minutos más ciertos
esos que vives queriendo, y recordando lo querido?
La llamada que estará justo cuando llegues a casa
Y que sin falta preguntará “cómo ha sido tu día?”
O la que harás, y que nadie habrá de contestar
como una sábana fría que creías te esperaba tibia.
Pasa que el presente, lleno o vacío de nombres
termina, ya de golpe, ya diluyéndose lentamente
y cuando acaba, cuando se va, comienza su memoria
mezclada entre boletos de ómnibus y facturas arrugadas.
Loca de alegría, ¿quién se atrevería a romperte el corazón?
Hecha ya de puro coraje aprendido y heredado, sola
con el pecho tórrido de tanta dureza, y tanta pureza
¿a quién le desnudarías tu sincero desprecio por el tiempo?
Puta, santa, objeto de juicio, tema de hablar
¿quién cantará tus mediocridades, o tu ternura sutil?
¿A cuántos harías fallar por resultarles inabarcable?
¿A quién le importaría tus ojos, entrecerrados como tus labios?
Juego de luces, la historia de los semáforos
tocar con los dedos los extremos, los conocidos
detener treinta y tres cuerpos en una esquina
y luego hacerlos avanzar, escribirlo, publicarlo.
Andrea
23:08
20.08.01
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