Por años uno tropieza en lo mismo
como girando ridículamente
alrededor de esa falla de muerte
que es no saberse brutal enemigo.
Pero, de pronto, jugando cual niño
con piezas raras, se dan los placeres
que empujan fuerte a indagar en los reyes:
¿por qué tal ruta y jamás tal camino?
Así es que algunos comienzan a ver
que entre el dibujo y su trama hay distancia;
un arte oculto, difícil, terrible.
Uno despierta y comprende la fe,
hasta razona el silencio del alma
y evita el triste y vulgar «yo te dije.
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