Navegar todo el río, entender su final
tras haberlo vivido en lo suave, en lo cruel,
comprender sus colores como a la misma piel,
su swing particular y su ser general,
lleva tiempo y esfuerzo, tozudez animal,
y premios de los raros, como el sabor a miel
que se instala y se queda junto con el laurel
triunfante señalando se venció a lo normal.
¡Ah, cuántos riesgos, cuántos! Las dudas, los temores…
¿Qué palabra traer desde el padre hasta el hijo
cuando se está a mitad de unas lluvias rugientes?
«Sin prisas y sin pausas», domando sus humores
el distinto del vulgo encuentra regocijo,
sabe que son las aguas las que generan puentes.
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