El legado que me dejó como experiencia fundamental la aventura de publicar es comprender que al mirar un libro sólo estoy observando la punta del iceberg, dejando oculto bajo el mar arduas horas de trabajo y esfuerzo. No sólo un hecho que implica sacrificios y a veces hasta cierta abnegación por la causa, sino que también para muchos se trata de transitar por un camino totalmente nuevo y desconocido.
En mi caso tuve la fortuna de toparme con Silvio en dicho camino. No en balde, Silvio es mucho más que un editor, es más bien un artista de la perfección, está en cada palabra, en cada frase. Cuenta con la inusual pericia de detectar esas pequeñas falencias, que a la larga son las que terminan por definir la calidad del producto. Se involucra de lleno en la historia, se inmiscuye en la vida de cada personaje, y algo que para mí ha sido de total relevancia, bajo ninguna circunstancia sugiere nada que pueda llegar a alterar el desarrollo de la historia, y a su vez, de la esencia de sus personajes. Pues algo que celosamente resguardo en mis novelas es el hecho de hacer prevalecer la integridad de sus protagonistas, alejándolos de toda idea que implique descoyuntar la esencia y personalidad de los mismos. No obstante, a la hora de editar una novela, el editor se encuentra ante una delgada línea que divide pulir de cercenar una historia. Es por ello que se debe de ser muy minucioso y contar con las herramientas ─que tan solo se adquieren con años de vivencia empírica literaria─ para poder desglosar, sustituir y perfeccionar, sin atravesar un solo paso esa delgada línea. Sin dudas, un trabajo asemejado a una operación quirúrgica.
Soy de los que creen que para llegar a ser un buen escritor, primero debes ser un mucho mejor lector. Precisamente, en el periodo en que hemos interactuado con Silvio, en la edición, corrección y maquetación de mi libro «Oscura Metamorfosis», he descubierto en él, alguien con quien he podido debatir sobre historia, psicología, filosofía, política, economía; todos los ámbitos con un prestigio envidiable. En consecuencia, su vasto conocimiento estuvo a disposición de mi proyecto. Por ende, Silvio no sólo editó, sino que también aportó, enriqueció y hasta engrandeció mi obra.
Finalmente, todo lo mencionado es lo que, a mi criterio, diferencia a Silvio del resto de los profesionales abocados a la edición. Es por ello que lo recomiendo de manera fehaciente, y estoy seguro que a la larga, quien siga mi consejo terminará por agradecerme el día en que contemple su obra finalizada.
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