III. Penúltima caja 6. Alacranidades Tenía lo necesario para bajar la cabeza, pero la rabia me pudo y mi rostro volví mueca, capaz de reír silente por sobre su sed honesta –ese hueco de las frases con saborcito a grosella–. A patadas y puñales sangré bajo las estrellas, acorbatado y puntual logré lechos de princesas, […]