El error del sistema: el sistema educativo, que en la mayoría de los países está basado en las normativas dictadas por la UNESCO, se ha mantenido desde su estructuración, que tuvo lugar durante la revolución industrial, en donde el objetivo era formar individuos que fuesen funcionales para las fábricas. Es por esto que el modelo educacional penaliza el error, porque un empleado fabril no puede equivocarse, al tiempo que promueve la obediencia y evita el pensamiento crítico, dado que, justamente, un obrero debe obedecer lo que establece la patronal y sin discutir, cosa que también sirve en el campo de batalla.
La homogeneización forzada: en un sistema diseñado para cuadrados, es evidente que las esferas se van a resentir. Es decir, aunque filosóficamente podamos defender la idea de que los seres humanos tenemos más cosas en común que diferencias, lo cierto, antropológica y biológicamente, es que todos somos diferentes. En la escuela, sin embargo, las diferencias no se respetan ni valoran, por lo que debes aplicarte en matemáticas aunque lo tuyo sea pintar, y aunque lo tuyo sea el deporte puro y duro, debes aplicarte en música o pintura. Están los que la sobrellevan bien, pero están los que viven un infierno.
La figura del maestro: convengamos en que el maestro ya no tiene el peso social que tenía hace uno y dos siglos atrás. Su imagen se ha venido a menos y ha dejado de ser un ejemplo de ciudadano a seguir. Actualmente, se relaciona a la carrera docente como una alternativa a la que recurren aquellos que no tienen capacidad para seguir otras carreras más competitivas o más exigentes, incluso se da que los peores alumnos terminan siendo maestros. En concordancia con esto está el nivel salarial, que dista muchísimo de ser un aliciente como para ser una carrera profesional apetecible.
La figura de los padres: no deja de ser cierto que un buen número de padres desean deslindarse de su responsabilidad como educadores proyectando la misma sobre los maestros. Aquí, marquemos que es normal que haya familias con más hijos de lo que económicamente pueden sostenerse debidamente, lo que hace que a diferencia de décadas atrás, tanto la madre como el padre trabajen fuera de casa, y en ocasiones asistiendo a más de una fuente laboral. Esto significa que los padres tienen menos tiempo real para acompañar el crecimiento de sus hijos, y ese tiempo difícilmente sea de la mejor calidad.
El tratamiento del bullying: muy independientemente de que los maestros, en su gran mayoría, no cuentan con cursos de alta especialización –y con actualizaciones regulares– en sus respectivas materias, la realidad es que no saben cómo manejar el bullying. La poca información que tienen la obtienen buscando por su propia cuenta. Una situación en la que también están los padres, por supuesto. Lastimosamente, la desigualdad social, la pobreza, la permisividad de la cúpula directiva educacional ya sea por ignorancia o negligencia, hacen que este tema siga siendo un problema grave, al que se aborda tan solo con algún par de afiches.
Los políticos: los políticos rara vez mencionan algún tema que refiera a la educación, y menos todavía sobre algún cambio estructural en el sistema educativo. A lo sumo se hace alguna mención durante la campaña y hasta ahí llegan. Para comprobar lo asertivo del papel de los políticos simplemente hay que mirar dos cifras: el porcentaje del presupuesto que se destina a educación y el número de profesionales que cada año salen al mercado. Mientras más bajo sea este porcentaje, mayor será el número de profesionales que no tendrá un empleo. Esto es, se genera una oferta laboral carente de demanda.
Conclusión: Yo no le veo una solución a corto plazo, porque la misma afectaría a los grupos de poder instalados y enquistados en la sociedad, y a los que el común de la gente les ha cedido el control. La única manera de revertir esta situación es con el trabajo de hormiga, hogar por hogar. Cada uno ocupándose de su metro cuadrado.
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