También sé contar mis caídas, mis derrotas, ponerles un nombre y llevarlas en el rostro. De los frutos la pulpa y la semilla, el sabor de cada movimiento, el dolor de los intentos, la inmensa herida del después, el entusiasmo del antes, lo duro del mientras tanto, y entre tanta confusión escuchar hablar de amor. Las tribus del norte, y Judá. Las letras de molde y la breve muerte de los soles solos logrando la vida del sol que nace en soledad.
Un día más, o un día menos. Los versos comunitarios, las sandalias ya fatigadas, las rodillas que van sintiendo la terrible tentación del suelo, la espalda que por fin sospecha la posibilidad de ceder al abrigo, una parte en sí que quiere pedir… y no hacerlo.
En las dificultades de cada respirar, y en la esperanza. La historia de los actos por los que se lograron la fortaleza, y la vivencia de los instantes que son necesarios cruzar para lograr ser aptos a otros instantes donde morderán las sombras, los sonidos de choques, los estallidos de las ausencias, y el desierto desprovisto de lluvia.
Dormir mucho, mientras por las calles transportan el catafalco, fumando. La dificultad de los bolsillos y todas las posibilidades de alguna promesa. Los gestos lejanos, los próximos, y el agobio de la realidad del cansancio, la energía perdida casi por completo, la situación, sin más, de estar al límite, con los ojos buscando ser cerrados, pero todavía resistiendo, piedra a piedra, reglón a reglón, noticia a noticia, merced al dolor más secreto de todos.
Y tan bella era que le obsequié unos días a vivir con absoluta irresponsabilidad. Si alguien en verdad vivió, sabrá de lo que hablo. Sabrá entonces que es posible, que ya alguien lo ha logrado. Y que todo puede volver a repetirse, pues, depende de mí, o de alguno de mis chicos.
Hay que volver a levantarse, sacudirse las ganas de descanso, eliminar los restos del intento de reposo. Lograda la oscuridad, es preciso mirarla de frente y atravesarla sin más. En el pozo de los domingos, o en la gran altura de los viernes, los días del sol, y los de Venus. Los brillos que fueron expuestos y fueron robados, y deben ser recuperados. La certeza de que habrá que hacer planes, de que todo llevará su tiempo, y su esfuerzo, y que los resultados son, como todos los resultados, en el mejor de los casos, impredecibles. Aunque ya su idea vence a la idea de hacerla posible por exigirle consecución, se logre o no.
A por más, con la casa vacía, desde atrás y hacia delante. Que llegará el momento en el que ya nada pasará, cuando ya todo siga siendo no sólo difícil, sino ya también imposible por haberlo conseguido todo. Que depende de la continuidad de cada ahora, del modo en el que se dispone el cuerpo y la mente. Que hay que hacerlo, intentarlo, que para eso nos hicieron desde el barro.

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