¿Cuándo será el día en el que no seas vos en lo primero que piense? No sé, pero ahora todo va siendo arrastrar y empujar el día hasta llegar a la noche, a la solitaria fiesta donde no hay más invitados que los fantasmas cansados de ser exorcizados una y otra vez por la misma habilidad que los convoca y los diluye, por esta irracionalidad terca que persiste en arrojarse desde ellos hacia el precipicio de lo que mañana podría ser posible. Vos no sabés de Bernward Koch, seguramente, y yo que lo siento, no puedo sino imaginar lo que sería.
Cuando el frío de afuera te amenaza
con ganar la plazuela donde apoyas
la esperanza y la fe que desarrollas
con el fuego que marca tu confianza,
es tiempo de cerrarse sin decir
la duda que mastica tus anhelos
probando qué tan firme son los suelos
que te vieron llegar para seguir.
Cuando te siento cerca y me lo callo
es cuando me dolés aquí en el vientre
y en la aridez de un cuello que brutal
impide que mi cuerpo vista el sayo
del que se rinde fácil, y concentre
su energía en tus ojos sin final.
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