Necesito empujar un poco más
hasta que las voces retornen para callarse,
y ese golpeteo del silencio pronunciado
me recuerde la razón de mis verbos y mis puños.
Tengo que olvidar que me llamaron
porque un gato blanco vino a mirar y no supieron qué hacer,
que países enteros se están yendo a la mierda
por vez número mucho y más
sin que a los responsables les dinamiten el culo,
–porque lo somos todos–.
Debo perdonar a los demasiados demócratas
que jamás jalaron el gatillo,
a liberales, colorados, masistas, republicanos
que solo me recuerdan el resentimiento,
a los negritos del «dame duro papi»
y a los blanquitos que se rapan el contenedor de basura.
Y no puedo sino
empujando
un poco más
letras sobre letras que amontonan palabras,
o parte de mi cuerpo contra parte de otro
besando,
cogiendo,
peleando en un ring,
o armonizando silencios sobre mi almohada
hasta quedarme sordo
cantando con mi estuche.
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