Es una sed robusta que ignora la maldad
y se goza y se nutre del ansia que provoca
en el apóstol dúctil de manos siempre listas
para la perfección que le deja intuir.
Celosa y exigente no perdona desganos
antes bien se acomoda en el dolor secreto
de los callos ardientes que algún joven novicio
le ofrenda sin hablar, buscándola sin pausa.
Si la pasión es firme, y el corazón es fuerte
ella se deja ver obviando los colores;
se vuelve compañía, burlándose de Cronos.
Pero si todo es pose, de Alfonsina y el sol,
ella se ríe oscura y con amor escupe
sobre el rostro del pobre que no sabe de piel.
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