Quinto decanato
Andá a saber
Mejor que todos digan lo invariable:
el «no se puede» o, «es un imposible»
para que lo vivido, siendo horrible,
quede como el ejemplo incuestionable
a seguir, asido a lo culpable;
y se dejen de lado las teorías
que no pasan de ser sólo utopías
si por las calles lucen en carteles
los que no testifican con su pieles
que en un camino existen diez mil vías.
Conviene el vaticinio del verano,
adivinar la escarcha del invierno
imponiéndole al cielo algún averno,
el tedio del futuro entonces vano
en boca del astrólogo octaviano,
para que siga el pueblo siendo nudo
que a sí mismo se tulle y deja mudo
mientras los egoístas se construyen
naves de arroz e incienso en las que huyen
del círculo del tiempo sin escudo.
Hay que dejar seguir a toda queja
su paso lastimero por las horas,
reconocer que son embriagadoras
las poses que el dolor siempre refleja
mas buscando la miel y no a la abeja,
atisbando que el ritmo danza dentro
en espera silente del encuentro
entre lo que pensamos y lo actuado
desde la cordillera y desde el prado
hasta el alto abisal de nuestro centro.
Nuevos sentidos giran. Descubiertos
por haberse tornado necesarios
perciben, más allá de calendarios
en los que se recuerdan sólo a muertos,
un estado posible sin desiertos
a medida inexacta del viajante,
la voz de los ajenos circundante
desprovista de daño en su sonido
que permiten a dos o tres olvido
y memoria de ser centelleante.
Y si todo nos falla, si no alcanzas
o te atrasas y yerras la respuesta
resultará mejor vivir la cuesta
con la fe y esperanza como lanzas
antes que con del odio sus balanzas.
Por eso el entretanto para todos,
para desarrollar los finos modos
del obsequio, la pérdida y la toma
tras lo cual se comprende que se doma
al agua, por vital, desde sus lodos.
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