Ya no le tenía a la Magy presionando todas las tardes, la variable de la maestra particular quedó en el pasado y los trabajos grupales de la escuela desaparecieron por completo. Había suspendido el piano y el violín, por lo que tenía toda la tarde libre y a lo único que me dedicaba era al fútbol y al basquet, y ni siquiera a nivel de un torneo, o de escuela, simplemente iba al cole y jugaba con los que estaban ahí. Lo de estudiar las materias curriculares, es decir, lo de fijarme un horario y cumplirlo no existía; andaba «sin control».
En el aula, las clases variaban de profesor en profesor pero, si uno más o menos se mantenía mínimamente tranquilo en su banco, regía lo de vivir y dejar vivir. A ningún profesor le importaba que copiés o no copiés lo que estaba en la pizarra, que sigás el curso de lo que se estaba explicando. Cada uno venía, desarrollaba lo que tenía que desarrollar y luego se rajaba por donde había venido. A mí esta onda me venía fantástica, porque barullo yo no armaba, aunque sí jodía con Pietro, que se sentaba a mi lado, pero en modo mute, tranquili.
Hubieron un par de incidentes, pero nada grave. Uno de los cuadernos que usábamos tenía como contratapa la imagen de Juan Bosco celebrando una misa, en el momento de la Eucaristía, elevando la hostia, y con Domingo Savio al lado contemplando «el cuerpo de Cristo». Pietro retocó la imagen, dibujándole unos hilos de baba al Savio y agregándole cuernos al Bosco, le salió tan bien la cosa que yo me reí a carcajadas y bueno, ahí el profe de turno vino a ver de qué se trataba y terminamos en la Coordinación, castigados, y con la tradicional nota a los padres.
Días después, Pietro lleva un destornillador curvo, y no sé a santo de qué, lo inserta sobre el pupitre, hace palanca, y arranca una astilla, vandalismo puro y duro, irracional, testosterónico, no sé. ¿Yo, qué hago? Tomo el destornillador, lo clavo sobre el pupitre, hago palanca y saco una astilla más grande. Estuvimos así, compitiendo por quién sacaba la astilla más grande, hasta que intentando hacerme con la victoria definitiva me pongo de pie para ejecutar mi turno. Feroz destrozo hice y, había sido, la profe me estaba mirando. A la coordinación, nota a los padres, con copia a la sicóloga.
Pero el shock fue al cierre del primer trimestre cuando veo mi nota de matemáticas: «1», aplazado. El primer aplazo en toda mi vida. Las notas iban del 1 al 5 y, para poder pasar de curso en una materia había que sumar 9 unidades sumando los tres trimestres sin aplazarse en el último. Es decir, tenía que hacer 8 puntos en los próximos trimestres y partiendo de cero, porque me había pasado tres meses jodiendo. Todavía más, en cada trimestre se avanzaba cosas nuevas y en el último, en el examen final, se incluían los temas de todo el año.
Sonaba en esa época:
Juan Carlos dice
Me lleva este capítulo al colegio. Así de golpe.
Así ha sido para este lector , por contarlo tan bien contado. Gracias Silvio.
Silvio M. Rodríguez C. dice
Genial si pasaste un buen momento ahí en la memoria.
Gracias por la compañía, estimado.