Por fin habían cargado la tremenda piscina aquella. Varias veces habíamos bajado ahí estando vacía, incluso con Sarah, que nunca tiraba para ese lado del correteo donde podés arriesgar el cuerpito. Ahora, estando llena, era como un espectáculo digamos que un poquito más atemorizante, y claro, porque sabíamos la profundidad que tenía, y como no tenía ninguna parte playita, si por ahí nos llegábamos a soltar de los salvavidas la íbamos a pasar jodido. Así que ni modo, cuando nos fuimos a la piscina con los viejos sabíamos que había que meterle onda tranqui, que no daba para armar mucho quilombo.
Aparte de todo, a mí eso del agua como que nunca fue mi fuerte, muy por el contrario de Sarah, que si es por ella le soltás a la mañana y la buscás de noche, sin problema. A mí a la media hora se me arrugan los dedos, y al minuto treinta y cinco estoy temblando, así de fácil. De manera que estando ahí, en situación de dependencia de un salvavidas, más teniendo cuidado que divirtiéndome, opté por rajarme y vagar por ahí. Ya estaba saliendo cuando el viejo de Jor’erlhs me estira del short dejándome con las nalgas al aire.
Encima de que me emputó el hecho en sí, al voltearme a ver qué pasó me encuentro con la cara del cuate cagándose de risa, lo que me emputó todavía más. Me importó un pito la profundidad, el salvavidas ni nada, tipo jugador de handball al definir en un ataque me giré y le asesté un bife que le dio de pleno en la mejilla. El efecto no fue el esperado, y no, porque todos estaban siguiendo la secuencia y decidieron mancomunadamente que todo aquello era divertido, por lo que se armó un coro de carcajadas que me pobló las espaldas.
Me corté solo, que vamos, ya me conocía la villa. Así que tragándome los mocos, y con mi dignidad bajo tierra, me fui hasta el avión ensangrentado. El ensangrentado era lo que quedaba de un avión, esto es, la cabina de los pasajeros, y la del piloto. En la parte del fondo tenía una puertita con manchas oscuras, como pinceladas sin sentido hechas con brocha gruesa, y que Jor’erhls afirmaba eran restos de sangre. A Sarah y a mí esto no nos daba miedo, sino simplemente le aportaba dramatismo al ensangrentado, y lo hacía un poco más soportable, porque apestaba mucho.
Un rato después vino a buscarme Jor’erlhs. Yo le dije de una que su viejo se podía ir a la puta, que con tía Marianne todo bien, pero que a su viejo no lo podía ver más. Se rió, y como que intentó hacerlo pasar, pero muy al pedo. Ahora, cuando me dijo que mejor nos íbamos a andar en bici, bueno, con pista y rally la cosa cambia, qué querés. Así que terminó todo bien, pero yo no me iba a olvidar así nomás de aquel episodio. De la nada yo había recibido una agresión y mi respuesta no bastó.
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