El asunto fue que la estábamos pasando tan bien que cuando llegó la hora de volver fue demasiado temprano, o sea, mucho más temprano de lo que siempre nos parecía, como que esa vez realmente nos quedaba mucho por jugar. Entonces Jor’erlhs me dice que le pida permiso a mi viejo para que me deje quedar a dormir. Fijate que no me dijo que se lo pida a Magy, sino que al viejo. Yo ya sabía que el titán no estaba del todo bien de la cabeza, y por eso dudé un momento, pero al final decidí jugarme, y ahí fui.
Al viejo medio que se le turbaron los ojos, pobre, ni la vio venir. Aparte que el cuate era de sí o no y punto, eso de razonar, rogar, tirarse al piso o frente al 119 no le movía. Dudó, más o menos dos segundos, quizás un poco menos, y ahí yo supe enteramente que teníamos el sí. Ni le consultó a Magy, directamente me dio luz verde. Ahí mismo nos disparamos con Jor’erlhs rumbo al infinito. Alcancé a escuchar que Magy protestaba que no había llevado ropa, y que tía Mariane le dijo no te hagás problema, Magy, por favor.
Volvimos a la tardecita, fusilados, hambrientos y contentos. Después de la merienda, tía Mariane dispuso que me bañe primero yo y luego Jor’erlhs. Ya aseado, vestido, peinado y demás, y mientras el titán entraba a bañarse, me topé en la sala con el sillón, del tipo mecedora, igual o casi igual del que teníamos en casa. Así mismo, al minuto estaba en el regazo de tía Mariane, ella cantando y yo haciendo armonía con su voz y el chirriar el sillón, conectado a otro mundo. Cuando Jor’erlhs estuvo listo y apareció no le tiré la menor pelota, no enseguida, al menos.
Un buen rato después, creo que más bien porque tía Marianne tenía que preparar la cena o cosas así, volvimos a los juegos con Jor’erlhs. La cosa era de armar unas piezas, tipo rasti, pero no eran rastis así, normales, no pues, él nunca tenía juguetes normales. Eran unas piezas raras, medio complicadas, que llevaban paciencia e ingenio. No exagero ni te miento si te digo que nos pasamos horas con eso, hasta que finalmente, y tras luchar con detalles y detalles, conseguimos armar un tanque pero espectacular. Y con el tanque en el medio de la cama nos quedamos dormidos.
Estaba oscuro, era noche cerrada y cálida cuando el viejo de Jor’erlhs nos despertó. Todavía estaba acabando de colocarse el uniforme cuando nos dijo que le acompañaríamos a hacer la ronda. Mierda, ¡eso era lo máximo! Subimos al auto, en silencio y haciéndonos señas, claro, que teníamos nuestros códigos, y como íbamos atrás, el que manejaba era nuestro chofer. Recorrimos toda la villa, y nuestro chofer recibía los partes que nosotros aceptábamos lejanos, despectivos. Desde ahí se nos quedó grabada la importancia de hacer guardia, aunque no sabíamos para qué, decidimos que era una cuestión de suma gravedad y lo repetiríamos.
Deja una respuesta