“Ayudame un poco a mover la mesa” era la frase que sonaba por lo menos tres veces al día. Pasa que había un mango joven hacia el final de la casa, antes de comenzar el patio, pero que tenía su onda con el tema de su distribución de ramas, que no se lucían por lo frondosas, de manera que dependiendo de la hora cambiaba la disposición de la sombra. Como teníamos una sola mesa “exterior”, y la misma se usaba para cocinar, almorzar, planchar, merendar, hacer las tareas y para cenar, se comprenderá que la misma cambiaba de lugar varias veces.
Así, Henrrieta te decía ayudame a mover la mesa, para traerla al lado en que iba a cocinar, y luego, ayudame a mover la mesa, porque era la hora de almorzar y la colocábamos más debajo del mango. Después otro ayudame a mover la mesa, y la llevábamos más hacia el vecino, que era donde merendábamos y hacíamos las tareas, otro ayudame a mover la mesa era para planchar, que era hacia un enchufe para que “alcance” la plancha, y así. Ayudaba el que estaba cerca y, no sé porqué, pero a mí por lo menos me daba por las bolas.
Después del café con leche de la tarde, que no tenía nada que ver con el de la mañana por el tema del calor, venía el tema del método Magy. Nada complicado, desplegar el “cuaderno anotador” y hacer ejercicios por una hora, más o menos. Ahora, no te estoy hablando de un par de veces a la semana, ni de días antes del examen, me estoy refiriendo a todos los días. No sé si podés meter eso en tu cabecita. Cada tarde de sol o ventisca, te guste o no te guste, siempre era la mesa y el anotador como constante.
Sobre la mesa aquella que había que ayudar a mover, Magy me agarró la mano y me hizo dibujar la a, me hizo hacer la raya que definía una suma o una resta, y hasta algún dibujito. A un lado Sarah, al otro lado yo, y Magy en la cabecera, todos los benditos días. Poco me acuerdo yo de nada, que el cuerpo tiene cabeza, tronco y extremidades, por ejemplo, y que Cristóbal Colón descubrió América, un carajo. Pero parece que el método funcionó, porque desde el primer grado, es decir, cuando las cosas tienen otro level, que mis notas ranquearon.
En ese entonces las notas eran del uno al diez, y había como una decena de materias, desde Educación Sanitaria, hasta Estudios Sociales, y los exámenes eran trimestrales, como las entregas de libretas. Mierda, tenías que verlo. Toda la primaria, todos los trimestres, montones de diez, como si sólo estudiase. ¡Carajo que no tenía sentido! Bah, a mí, de verdad, no me importaba, aunque eso sí, rescato como mucho que, cuando tocaba examen entraba tranquilo, como un día más, exactamente como un día más, y al sentir la tensión de los otros “compañeritos”, me decía, “¿y a estos, qué les pasa?”
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