Comenzaría por escribirte un poco, como siempre, y luego esperaría inútilmente, porque no habría respuesta, nunca las hay a tiempo, y lo sabés bien, pero no importa, no en estos días.
Lo cierto no puede caber nunca, cada vez que lo intento es tan imposible, como pretender unir dos vidas en un momento, los registros, el camino roto entre lo real y lo que deseo, más allá de si lo veas o no.
Otra vez habrá que corregirlo, que es lo que no quiero, otra vez habrá que pensarlo una y otra vez, como si en realidad fuese necesario atormentarse de nuevo buscando las causas que serán las de siempre, tropezar con los porqués que señalen el sendero por donde hemos transitado para llegar a donde estamos, siendo ya innegable el fuego que se extingue, la necesidad de soledad cada vez mayor, y ese lastimero querer hacer algo.
Sin descanso, entre tanto engaño y bruma de intenciones sin expresión, te invito a mi reino, aunque no siempre esté libre, lo confieso, mas el tuyo no es el mejor para los dos, y esto aunque debieras, no lo sabés. Pero lo sentís, de algún modo lo sentís.
Y ya en lo que soy tenés dos o tres nombres, y vivís en dos o tres lugares, y tenés dos o tres familias, siempre un pasado que recordar a ciertas horas, y algo tan incierto como yo por delante, cada vez que te llamo o que vos venís y no hay nadie en casa. Ahí te sale por un costado el tiempo y la edad, y la búsqueda pesa, el sabor de los momentos, eso que alguna vez fue, y que ahora sólo nos mantiene atados a la más cruel de las esperanzas.
Por lo demás todo va siendo extrañar y aguantar, las horas llenas de angustias por no saber bajo cual nombre vendrás, qué tendrás entre las manos cuando te veas a vos misma, desde lejos, tejiendo sin querer una trama con mis sueños.
Una tras otra las historias, el reclamo, el cansancio, el lamento de sólo poder ver cómo la tibieza destierra lentamente el calor, el gesto que no llega, lo que haríamos en la noche, el falso contento, los ojos abiertos en la habitación a oscuras, las manos quietas, esas que antes buscaban entre las sábanas.
Faltarán las lluvias los sábados en la calle, esos momentos en donde podía palpar todo el ocultamiento de lo que en verdad soy, y lo que estoy dispuesto a dejar que veas, si esto es cierto podrías comprenderlo, esa parte de la voluntad y las fechas, por encima del temor que no llegues, de que ni siquiera hayas salido, una repentina escasez de luz, las tinieblas de la duda y la incertidumbre, la moneda y el impuesto, lo que no sabíamos, lo que no nos atrevimos a imaginar, lo que preferimos callar.
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