Teta (desvarío)
En mi voz te sostuve
ahí cuando reías infiernos y paraísos,
cuando cerrabas la puerta
con una sonrisa bajo los párpados.
En mi sangre te porté
cuando tu merienda fue la traición
que bebiste en silencio
en el a solas de la herida.
De mí, entregué las claves
y no bastó querer,
venció la historia.
Sin intención fallamos todos
al escribir, y gana el payaso
que en los labios lleva inscripto
el te quiero de manual,
que llena y place
el oído vuelto rotura,
hasta que el trecho recorrido
nos obliga
a mirarnos las manos.
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