Día 10
Se me cierra el día, y después de once horas de dicha incompleta me vuelco a tu nombre y a lo que tengo en la memoria de vos como posible. Torpemente te escribo y rápidamente me respondés, pero no es lo mismo –vengo siendo hace mucho tiempo más viejo que mi edad–. Quiero decirte, o mejor y correctamente dicho, que vengás, pero esta falta de juventud me frena, esta idiota aunque coherente manera de pensar en tu contexto, o bien, este portar cicatrices nacidas en una llamada sin retorno y que me ahoga los verbos. Desear duele muy adentro.
Cuando tienes en cuenta cada acto
es que nada finalmente te agobia,
con el modo sencillo de una espalda
que tras diez mil azotes apenas siente
el pinchazo sutil y acaso absurdo
de un mosquito buscando pervivir.
Cuando eres tal que quieres algo más
asumes que la ausencia es previsible,
que la noche comienza sin su nombre
traspasando la puerta del silencio.
Cuando te sabes lleno de roturas
y capaz de beber de sus heridas,
es que le sabes lejos como cerca,
al final de tus dedos sin su pubis.
13.04.14
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