Las estaciones cambian, mas no terminan de mutar. Nos acomodamos entonces a los hechos y circunstancias en tanto mantenemos lo que somos y, más aún, lo vamos afinando. De manera que así como no se llena una copa desde el barril, sino que se utiliza una jarra, así también vamos adecuando todo eso que podríamos entregar de acuerdo al recipiente que tenemos enfrente. Para algunos este aprendizaje es largo y trabajoso; no es raro que en el proceso estropeen un montón de copas y derramen por el suelo un montón de buen vino. Pero finalmente, los notables llegan a buen puerto.
Debido a ciertas naturalezas, en donde, justamente, la creatividad impulsa al descubrimiento de nuevos aspectos de una misma cosa, al establecimiento de nuevas reglas y/o a la desobediencia de cierta normativa, es que se comprende y debe admitirse como de signo positivo conceptos como el de tozudez, perseverancia u obstinación. Cuando la razón y la fe son una misma cosa, cuando el sentimiento no deja lugar a ningún tipo de dudas, todo se vuelve firmeza, norte preclaro hacia el cual dirigir los pasos. Y no estamos hablando aquí de las acciones que emprende un enamorado cuando, casi irrazonable, persigue su ilusión.
Sin esta fortaleza acompañada del empecinamiento sería imposible la consecución de las grandes obras, aquellas que permanecen a lo largo de la historia porque son el resultado de la justa combinación de talento, esfuerzo y constancia. Variables necesarias no sólo para lograr un resultado más allá de lo común, sino para evitar que en el trabajo que implica construirlo, nada ni nadie, bajo ningún artificio, pueda impedir que el artista consiga terminar su tarea. Hay que recordar no sólo que «todo Cristo tiene su Judas», sino que es el propio visionario el que puede llegar, consciente o no, a traicionarse fatalmente.
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