Apenas huesos breves y sin grasa
que le arrope durante los inviernos,
todo manos cansadas de fatigar cuadernos
y oculto entre los ojos algo más, una brasa.
A veces, la mañana – sin gente, sin la masa -,
los perros y el fusil carcajeando infiernos,
decían su alegría sin gobiernos
de horarios y de formas de la casa.
Todo fue entrenamiento de cazador y presa
de tomar y dejar, de ser y no fingir
de escapar cuando toca, y de amar, sobre todo.
Hirió como le hirieron. Si fue cruel no le pesa
ni si dejó de serlo; “todo sólo es fluir”
dice y que “cada cual se merece a su modo”.
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