III. Penúltima caja
5. Los números de la carne
… a todos los operadores de entonces (meseros)
Cada mañana
zambullirse en un mar de papel
con nombres y apellidos
–y una cifra al lado–.
Enfrente
números de color verde
y botoncitos color naranja,
tres monitores y un auricular
para captar y decidir momentos
de comprar y vender al límite,
con la razón asistiendo lo intuido.
—¿Vos decís que va a subir?
—¿Vos decís que va a bajar?
—¿Vos decís que se mantiene?
Pero había un después
con otras luces, y otras voces
–la tuya–
que se abría como manantial
a una garganta castigada por la sed.
Tenías veinte, o casi cuarenta
un pasado turbio y transparente
como un sueldo fijo,
un aborto, o ninguno
dos hijos, o ninguno
y siempre, siempre
como yo
muchas ganas de bailar.
¿Quién saciaba a quién?
Vos entrega y yo posesión
ahí la dualidad,
un dos pequeño, suficiente
para olvidar un poco los otros colores,
y ser un poco irresponsables
como los que no vivieron.
Hasta que fuiste cien
y yo el mismo,
uno
buscando en tu cuerpo mi alma.
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