Migración
Un día voy a emigrar hasta tu madrugada
para encontrarte descalza y sola,
con el mate más amargo de la vida
y una esperanza que acaso tenga nombre.
Así tendré el instante que supe huidizo,
todo el pelo hecho memoria mojando la noche,
una boca cerrada por la oración que no llega al cielo
y la piel vuelta el suspiro de un regreso que no ocurre.
Seré entonces sombra y calor
que ríen su estancia, su indefensa compañía,
y haré que vuelvas la mirada hacia el hoy
de un chico solo, con su cariño moliéndole los hombros
en un gesto de pan a mediodía, de cerradura que cede
de abrazo inesperado que ocurre cuando todo fue vendido.
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