Entre sombras
La ciudad es desierto luminoso,
balbuciente de nombres atorados
que sin música ni danza en el vientre
me proyecta tu mirar aterido
–tajo cruel, de distancia sin romper–,
dibujando el predicado del lejos
el grito de un tono sin pentagrama,
y el peligro de una realidad
hiriente de premoniciones crudas
escupidas por un Todo insondable.
Afuera los aullidos de la noche,
la lluvia sucia sobre los carteles
mientras dentro la trampa envuelta en seda
–manso algodonal que incuba al áspid–
prueba las sombras que se van pegando
a la piel, que las intuye en destrozos
antónimos a la luz, como sarna
llorosa que me paren esos ojos
tuyos cuando proclaman gratitud
de un alguien imposible de entender.
Deja una respuesta