El temor y la comparación en la educación (básica)
Nos «enseñan» que nacemos malos y que el temor a Dios es un don, al menos en las escuelas cristianas que siguen la normativa de la UNESCO. Nos marcan con el sentimiento de culpabilidad. O sea, uno, un niño de 8 años, escucha que el director de escuela, o la monja correspondiente, recibe el título de «malo/culpable», cuando como máximo lo que uno hizo fue cazar algún pajarito. Y luego, aquí está lo bueno, a pesar de que uno es culpable (de nacimiento), tiene una solución, es decir, ELLOS tienen la solución. Todo se arregla con arrepentirse y pedir perdón, siempre.
Ahora, desde lo que pareciera el otro lado de la vereda, y aquí sí hay que ser un tantito inteligente para pillarlo, desde casa no falta quien salga con un «las comparaciones son odiosas». A esta sentencia se le suma el «no juzgar». A uno le imponen que comparar y que juzgar está «MAL», de manera que, implícitamente están comparando y también juzgando. El que compara es malo, el que juzga es malo, y quien lo establece es el que compara y juzga. ¿Está claro aquí lo sencillo que es, pero también lo complejo que es llegar a comprenderlo tan sencillamente?
Con este lío que nos meten en la cabeza, aparece una tercera variable, que son las calificaciones. No juzgan, no comparan, pero califican. Es decir, nos agarran del cuello sin posibilidad de escape. Si naces, eres malo; si comparas o juzgas, eres malo; y si no aprendes lo que quieren que aprendas, también eres malo. La única posibilidad que tienes de ser bueno es sentirte culpable y tratar de lavar tu culpa, no compararte con nadie, no juzgar a nadie y, calladito, sacarte las mejores notas. ¿No se puede comparar a Alfonsina Storni con Gabriela Mistral, ni a Messi con Ronaldo?
Para mí que es al revés, y que debiera implementarse este «al revés». Al terminar el colegio debiéramos haber recibido suficiente instrucción como para diferenciar, comparar y establecer un juicio respecto del catolicismo, el judaísmo, el islamismo y el budismo, como mínimo. Pero, en lo que me tocó, lo cierto es que egresan católicos sin criterio, que no entienden a profundidad de qué va el catolicismo, pero tan, tan domesticados, que pasadas las décadas obligan a sus hijos a vivir la misma historia que nunca comprendieron. Señalo aquí que no hay metáfora en decir que están violentando la mente de inocentes.
Una mezcla de rabia y burla me provoca todo esto, sobre todo al mirar que siglos y siglos van pasando en la misma secuencia. Sin embargo, YO SÉ que va a cambiar el tema, que de hecho, ya está cambiando. Y SÉ que mucha gente sufre por no expresarse, por seguir en la culpabilidad, atada a lo política y socialmente correcto. SÉ que tienen miedo, eso aprendieron y eso enseñan. Pero hay que entender que YO, como MUCHOS, venimos con las pilas dispuestas a empujar como para destruir. Como en 9 semanas y media: «no digas que no te lo advertí».

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