Diario 3 – del libro «Diario del Puto»
Sonaba a un mar único, no por su grandeza, sino por su soledad. Y el sonido, abundante, curaba las heridas. Húmedamente las pasaba de lado, las absolvía de dolor devolviéndole al cuerpo su intrínseca capacidad de alegría, la nativa festividad de respirar, como sea, un aire aunque no más inocente, al menos más limpio, más lejos de las insidiosas manchas históricas que tanta gente de no buena voluntad, en su tiempo, habían arrojado al espacio aspirable de los días.
Caminar sobre el agua sin majestad, sino con compañerismo, haciéndole pareja a las olas, ni arriba ni abajo, constante, sin posarse siquiera un instante en ningún medio, estar ahí, siendo lo que se es a la par de otras entidades diferentes, pero semejantes, en cuanto a sentido, dirección, finalidad.
Vendrán los destiempos, supuestamente. Pero quizá ni siquiera vuelvan, y puede incluso que no hayan existido. Sin embargo, especular sobre lo especulativo, sin ser contradictorio, no deja de ser serpiente circular, y no espiral, suprema aspiración de quien basándose en el todo y en la nada, busca el trampolín que lo ayude a abandonarse a lo nuevo, lo más temible de cualquier cosa imaginada.
Más allá de la renuncia, capa ya tan gastada, pudiera descubrirse el ropaje de la exclusión, un apartamiento que no consista en la oposición de nada frente a todo, ni cosas así. Tan sólo, lisa y llanamente, la sutil prescindencia por la que, en definitiva, se admita o no, se trasciende. Como se ve, tanto la intuición como la inteligencia convergen. Dejar de lado algo, no por algo más, sino porque eso que se deja de lado simplemente es insuficiente, ¡nada más!
Así, no es necesario romperle el cuello a la insatisfacción, a una necesidad no cubierta. Y tampoco se precisa de abstenciones, ni desesperaciones respecto del más de lo mismo, porque en el vislumbrar de la finalidad es donde reposa el reposo, esperando compañía fugaz.
De más lejos, la visión de lo real, pero como espectáculo aceptable, por tan horrible, y no por tan bello, ni tan único. Identificación cargadamente normal de lo no deseable con lo que uno ha hecho, o de lo anhelable frente a lo que los demás han dejado por hacer. Excusas, simples excusas, modos simples de transcurrir la postergación a la más hermosa de las prisiones, la de la propia piel, que por siempre habrá de resistirse a una apertura indebida, a una exposición total de la más pura pulpa de carne creada tan sólo para ojos de ladrones –buenos o malos– que aunque queriendo o detestando, no serían capaces de hacer pareja.
En el es, en ese es individual, también está presente el no es, y, por una de pocas veces, viceversa. Lo que se afirma, apuntala también lo que se niega, y por dos de pocas veces, viceversa.
Creo que un día se rebosa, y después otros más, y entonces sucede que hacía tiempo no importaba. A un golpe de párpados el pasado pierde consistencia, y quedan cosas así, si no más inocentes, al menos más limpias.
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