Como el paso sencillo de un verano lluvioso
por última —por última— vez repasa los daños
las huellas que no fueron, los estragos fallidos,
todo el dolor que quiso que deteste lo humano;
recordando mi rostro, la presión de mis dedos,
en dónde mis arrugas y cómo su calado,
aprende de mi olvido que no cede, que oscuro
levanta catedrales y establece su paso
por entre las estrellas apenas masculladas
por los sobrevivientes de masticar el asco.
Odia, sinceramente, nuestra firme igualdad,
que ya sea imposible decir que tengo raza,
que un mismo sol tangible caliente tus temores
mientras hace posible las sombras en mil camas…
ama que yo no ame salvo y solo a mis pocos
escogidos del polvo que huyeron de la nada
de ejercer el no ser más que un anonimato,
que me guste dar fin y comienzo a las cartas
si me toca leer, jugar o presionar,
sólo porque por solo domino mis palabras.
Mas, si aprecias lo bueno del que sabe y no quiere
pero que no perdona si cabe dar un corte
que salpique, que haga que suba la marea,
mejor vas mascullando mis letras y mi nombre
como una cruz injusta, como un rezo maldito
que buscando evitarlas sólo trae más noches.
O me bendices, mucho, escandalosamente
más allá del rencor de no asumir los dones
que fueran necesarios para saciar la sed
del que colmó la tuya sin ser más que “other voices”.
Deja un comentario