Ficha del libro:
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Título: Un mundo feliz
Autor: Aldous Huxley
Editorial: Ediciones Orbis, S.A.
ISBN: 950-614-259-9
Nro. de páginas: 190
Traducción: Ramón Hernández
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Un mundo feliz
por Silvio Rodríguez Carrillo
Es conocida la cita «Las comparaciones son siempre odiosas» (El quijote II 23), mas, sin tener en cuenta que en realidad comparamos todo el tiempo. ¿Cómo podríamos valorar una novela, por ejemplo, sin compararla con otra? Y entrando en la novela que hoy comento, ¿cómo apreciarla sin comparar la sociedad que en ella se describe con la que actualmente predomina en el mundo? Es decir, lo natural es comparar el presente actual con lo que en 1931 era el futuro, y citando a Huxley: «… un libro sobre el futuro puede interesarnos solamente si sus profecías parecen destinadas, verosímilmente, a realizarse».
El título de la novela, «Un mundo feliz» (Brave New World), es tomado de un fragmento de «La tempestad», de William Shakespeare, cuando en el acto V, Miranda exclama: «¡Oh qué maravilla! ¡Cuántas criaturas bellas hay aquí! ¡Cuán bella es la humanidad! Oh mundo feliz, en el que vive gente así». Actualmente no estamos libres de conflictos, y es este el asunto de fondo que hace a las formas que podrían resolver esos conflictos. ¿Cómo podríamos arribar a una coyuntura en la que Arabia Saudita tenga una relación cordial con Yemen? ¿Cómo logramos que EUA y Cuba comercien libremente, sin rencores?
Si consideramos que las naciones se componen de individuos, se trataría de controlar la individualidad, y para lograr esto es que Huxley propone la fabricación en serie de individuos, o sea, individuos generados bajo un esquema de manipulación genética tal, que desde la cuna misma el albañil sepa que es albañil, y el gobernante sepa que es gobernante. Apoyado en la hipnosis, en ningún momento un caniche soñará con ser un buldog, ningún albañil pretenderá ser gobernante, o sea, nadie intentará ser nada que no esté estipulado de antemano. En un guiño, ¿podríamos correlacionar a la UNESCO con el pensamiento colectivo?
Pero Huxley no se engaña, hay algo más allá de la biología, un aspecto del ser humano que no puede ser controlado por la genética. La pulsión almática que hace que el individuo busque trascender, generándose una tensión existencial, es una realidad que puede desembocar en una situación de conflicto capaz de cobrar una fuerza social terrible. ¿Solución? El soma, una droga que elimina toda posibilidad de conducta inadecuada. En este sentido, si revisamos el consumo de los opiáceos en EUA –o el flúor en el agua– tendremos una visión de lo que implica el uso de químicos en la población.
Por otro lado, en la novela los adelantos tecnológicos han sido los suficientes como para paliar todas las necesidades de la población mundial, y si hay «reservas» en donde viven tribus de incivilizados, es porque las mismas corresponden a un territorio económicamente inexplotable. Una década después de publicarse «Un mundo feliz», EUA detonaba dos bombas atómicas, acabando con la Segunda Guerra Mundial mediante un avance tecnológico que, sin embargo, hasta el día de hoy no ha sido suficiente ni siquiera para erradicar la pobreza de sus habitantes. Aunque extraordinarios, los progresos tecnológicos no igualaron a mejor la situación de los pueblos.
Respecto de la familia, la misma sigue siendo «la base de la sociedad», y si bien los métodos anticonceptivos han permitido una mayor libertad sexual en ciertas naciones, tampoco se ha llegado a la promiscuidad general como regla. Las religiones, además, siguen dominando el pensamiento colectivo, constituyéndose en un poder político y económico en varios países de gran peso en geopolítica. Y en cuanto al arte, si bien el cine y la televisión adquirieron una enorme relevancia, sobre todo con fines de manipulación social, todavía es posible disfrutar de escritores como Morgana de Palacios o Gavrí Akhenazi, sin obviar a Shekeaspeare.
Finalmente, cabe reflexionar acerca del papel de los Estados, ámbito en el cual el autor demostró toda su agudeza tras revisar su novela: «…sólo podremos elegir entre dos alternativas: o cierto número de totalitarismos nacionales…, o bien un solo totalitarismo supranacional». Si consideramos que ni la Unión Económica ni la OEA han logrado el bienestar de los Estados que las componen, está claro que la homogenización de las naciones es la verdadera Utopía a lograr, o a descartar definitivamente. En este punto, quizás no se trate de suprimir –o reprimir– las diferencias propias de cada nación, sino de convertirlas en ventajas.
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