Sin demasiado esfuerzo desentrañé una runa
y hallé en el crepitar de los leños el llanto
de los hijos de un dios pletórico de espanto
cuando alzaba la mano penando hasta a la luna.
Estudié el alefato con algo de fortuna
y encontré que en la cifra también habita el canto
de la letra velando la suerte de su encanto
prevista para el sabio, negada a la tribuna.
Accedí a las noticias por radio y por tevé
al “cansancio de adulto” sobre el hombro de un niño
y a la queja cansina del sometido al ego.
Ahora que me encuentro nuevamente de pie
me reviso el futuro cargado de cariño
y a pesar del pasado ya presiento el sosiego.
Gracias, Silvana.
Abrazo, che.
Un soneto que pinta la esperanza después de todo.
Me gustó y me hiciste buscar en el diccionario alefato.
Otro abrazo.